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lunes, 19 de mayo de 2014

Las otras ciudades de la próspera UE


  
Así es la ciudad europea que no quieren que veas
Con las elecciones cada vez más cerca, repasamos 6 puntos negros de la pobreza y el conflicto en el Viejo Continente
Por: Natxo Medina,  jueves 15 de mayo de 2014  



De Nápoles a Estocolmo, la idea de una Europa fuerte, próspera y unida se ve contestada por la realidad de barrios urbanos en los que la supervivencia es la ley. Recogemos unos cuantos casos significativos.
Desde que unos días atrás habláramos de cómo el cine se había acercado a Europa, las calles de las grandes ciudades ya se han llenado de carteles electorales: las caras de los candidatos cuelgan sobre nosotros como fantasmas a todo color, y sus rostros saludables y sus atuendos recién salidos de la tintorería contrastan con las imágenes de miseria que continuamente se viven en muchos puntos del continente. La cuestión es, ¿cómo reaccionarían al ver esas expresiones sonrientes algunos de los barrios más empobrecidos de Europa?
Casi siempre periféricas, en estas zonas sobreviven los cada vez más abundantes olvidados de la Unión. ¿Los más perjudicados? Clase trabajadora, niños, mujeres e inmigrantes. Muchos de ellos condenados a vivir en los extrarradios tras haber sido expulsados del centro histórico de las grandes ciudades turísticas. En estos enclaves se siente especialmente la mordedura de Europa, así como la miseria y la delincuencia que se han convertido en parte de su estructura viva. Paralelamente, en algunos casos se viven escenas de revuelta y resistencia. Son lugares que la cúpula europea seguramente preferiría enterrar, pero que existen, y que definen las claves del continente paralelo, el que queda fuera de las encuestas y las papeletas. Estos son algunos de sus ejemplos.

Añaza, Tenerife

En el barrio de Añaza, que creció a mediados de los 80 a partir de años de reivindicaciones vecinales, los niveles de paro rozan hoy el 50% de su población activa. En el caso de los menores de 25, el nivel llega hasta el 70%. Luis Celso, presidente de la Asociación de Vecinos del barrio, asegura que las escenas que se viven día a día allí “parecen de Posguerra”. Situaciones similares se viven en otros barrios españoles, como el de Orriols, en Valencia, con una alta tasa de paro sostenido, donde recientemente la plataforma de extrema derecha España 2000 donaba 4 toneladas de comida a los más necesitados... siempre que fueran españoles. Esto en un barrio en el que el 29% de la población es migrante. Una jugada que nos recuerda a las ayudas que la organización fascista Amanecer Dorado ofrece en algunos barrios pobres de Atenas a los más necesitados, excluyendo a todos los no-griegos.

Exarcheia, Atenas

Por suerte, no todo es miseria y fascismo en Grecia. También hay focos de insurrección como el barrio de Exarcheia, situado muy cerca de la Universidad Politécnica de Atenas, en el centro de la ciudad. De larga tradición anarquista, en él se concentra gran parte del activismo político de la ciudad. Empobrecido como se ha visto en los últimos años, sigue siendo un foco de lucha y resistencia. Fue en Exarcheia donde estallaron los disturbios posteriores al asesinato, a manos de un policía, del adolescente Alexandros Gigoropoulos en 2008. Disturbios que destaparon un descontento profundo y prolongado hacia la opacidad y la corrupción del gobierno. Una inquietud que pocos años después demostró estar del todo justificada. Aunque pocos imaginaran por aquel entonces que los peores disturbios todavía estaban por venir.

Fakuteta, Bulgaria

Un año antes de aquellos disturbios, en 2007, Bulgaria entraba en la Unión Europea. Hoy, a escasos cinco kilómetros del Parlamento, se encuentra el suburbio de Fakuteta, un terreno que ocupa alrededor de un kilómetro cuadrado en la periferia de Sofía. En ese espacio se hacina una población de 55.000 personas, en su mayoría de etnia gitana, abandonadas a su suerte. La población común tampoco lo tiene mucho más fácil: el salario mínimo no pasa de los 330 euros, y las pensiones de los 110. Al país, que sufrió una brutal decadencia tras la caída del Telón de Acero, no parece haberle servido de mucho su integración europea y hoy se ahoga en un mar de corrupción. Tanta que, según asegura Petar Jakimov, de la Liga Anti-Mafia Búlgara, “es uno de los pocos, si no el único país europeo en los que no hay actos de corrupción demostrada”. Tan obvia es, que nadie le hace caso.

Secondigliano-Nápoles

Algo similar pasa en uno de los lugares descritos en detalle por Roberto Saviano en su best-seller Gomorra. Pero lo más interesante aquí no es tanto el control total que la mafia ejerce sobre la población de la ciudad, sino en cómo a este problema estructural se ha venido a sumar el abandono casi total del Estado en materia social y educativa. En 2010 se suprimieron por completo las ayudas a familias sin recursos, lo cual dejó a cientos de miles personas en situación de indefensión total. Hasta 54.000 niños menores de 13 años han abandonado la escuela en la región de Campania, donde se encuentra Nápoles, muchos de ellos para trabajar o integrarse en la Camorra. Una situación que uno diría sacada de las peores estampas de la Revolución Industrial del siglo XVIII.

Husby, Estocolmo

En esta clasificación no caben sólo países dominados por viejas oligarquías corruptas. También naciones ricas y de larga tradición democrática como Suecia. En mayo de 2013 una serie de disturbios violentos estallaron en el barrio de Husby, en el extrarradio de Estocolmo, de mayoría inmigrante, donde hasta un tercio de la población entre 16 y29 años ni estudia ni trabaja. El conflicto duró días y se trasladó a otros barrios, e incluso a ciudades cercanas como Malmö o Uppsala. Husby encarnaba así un problema de racismo y de inquietud social acumulada, fruto del reguero de cambios políticos que empezaron en el país con la muerte de Olof Palme en el 86 y que han conseguido que hoy la brecha entre clases esté creciendo en Suecia más rápido que en ningún otro país de la Unión.

Sevran, París

Este núcleo de la Unión tampoco escapa de la quema. De hecho, Francia es uno de los países con más guetos urbanos de Europa. La denominación oficial alude a ellos como “zonas urbanas sensibles”, y contamos hasta 717, la mayor parte de las cuales están en las llamadas “banlieues”. En 2005 una de ellas, Clichy-Sous-Bois, al este de París, estallaba en llamas. Estos lugares, poblados sobre todo por emigrantes de segunda generación venidos de las antiguas colonias francesas, representan la falta de alternativas de toda una juventud a la que el país niega el futuro. Sevran, con un 18% de paro total y un 40% en el caso de los jóvenes y situada también al noreste de la capital, es hoy una banlieue prima hermana de aquella que puso a Francia en jaque. Sus habitantes están a un viaje en tren del centro, y aún así afirman sentirse “a un mundo de distancia”.

Un conflicto enquistado

Al respecto de los conflictos urbanos parisinos, Eric Hazan escribió: “Tengo la convicción de que París sigue siendo lo que ha sido durante más de dos siglos: el gran campo de batalla de la guerra civil en Francia entre aristócratas y sans–culottes. Poco importan los nombres que les podamos dar hoy”. Así se expresaba en París en tensión, urbanismo e insurrección en la ciudad de la luz, y su razonamiento podría ampliarse al choque ancestral entre élite y pueblo que recorre la Europa moderna. Esto explicaría por qué el patrón que siguen todos los disturbios comentados es tan similar.
Primero vienen las medidas gubernamentales (adelgazamiento del tejido público, privatizaciones, políticas de mercado en sustitución de políticas sociales...). Estas medidas profundizan la fractura social, generan un progresivo descontento ciudadano, falta de opciones políticas y perspectivas de futuro, discriminación cotidiana y en última instancia hambre y necesidad. De ahí al estallido sólo queda un paso.
Hoy se estima que 120 millones de ciudadanos europeos, de un total de unos 740 millones, no tienen trabajo, y muchos de ellos viven por debajo del umbral de la pobreza. Las ayudas de Cruz Roja aumentaron en un 75% entre 2009 y 2012. Muchos ciudadanos que sí trabajan, ven como la distancia entre ricos y pobres crece sin parar. Ante estas perspectivas, ¿qué puede importarle al empobrecido europeo de a pie lo que aquellos candidatos de los que hablábamos tengan que decir? Y si la confianza en ese pacto político hasta hoy más o menos firme amenaza con desmoronarse, ¿cómo puede un continente sobrevivir a esa brecha? ¿Estamos condenados a girar siempre en espiral? Estudiar estos barrios no nos vendría nada mal para conocernos mejor. Mientras tanto, estaremos borrachos con la idea de Europa, sin darnos cuenta de que tenemos un problema con el alcohol.
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