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miércoles, 26 de junio de 2013






Turquía, Brasil y sus protestas: seis sorpresas

Los movimientos de protesta que florecen en el planeta comparten algunas características

22 JUN 2013 - 13:48 CET

EL PAÍS, 22/06/2013. EL OBSERVADOR GLOBAL


Primero fue Túnez, luego Chile y Turquía. Y ahora Brasil. ¿Qué tienen en común las protestas callejeras en países tan diferentes? Varias cosas… y todas sorprendentes.

1. Pequeños incidentes que se hacen grandes. En todos los casos, las protestas comenzaron con acontecimientos localizados que, inesperadamente, se convierten en un movimiento nacional. En Túnez, todo empezó cuando un joven vendedor ambulante de frutas no pudo soportar más el abuso de las autoridades y se inmoló prendiéndose fuego. En Chile fueron los costes de las universidades. En Turquía, un parque y en Brasil, la tarifa de los autobuses. Para sorpresa de los propios manifestantes —y de los Gobiernos— esas quejas específicas encontraron eco en la población y se transformaron en protestas generalizadas sobre cuestiones como la corrupción, la desigualdad, el alto costo de la vida o la arbitrariedad de las autoridades que actúan sin tomar en cuenta el sentir ciudadano.
 NOTA: Algunas de estas cuestiones se vio en mi último post cómo también propiciaron los disturbios en Estocolmo.
2. Los Gobiernos reaccionan mal. Ninguno de los Gobiernos de los países donde han estallado estas protestas fue capaz de anticiparlas. Al principio tampoco entendieron su naturaleza ni estaban preparados para afrontarlas eficazmente. La reacción común ha sido mandar a los agentes antidisturbios a disolver las manifestaciones. Algunos Gobiernos van más allá y optan por sacar al Ejército a la calle. Los excesos de la policía o los militares agravan aún más la situación.
La principal sorpresa de estas protestas callejeras es que ocurren en países económicamente exitosos
3. Las protestas no tienen líderes ni cadena de mando. Las movilizaciones rara vez tienen una estructura organizativa o líderes claramente definidos.
Eventualmente destacan algunos de quienes protestan, y son designados por los demás —o identificados por los periodistas— como los portavoces. Pero estos movimientos —organizados espontáneamente a través de redes sociales y mensajes de texto— ni tienen jefes formales ni una jerarquía de mando tradicional.
4. No hay con quién negociar ni a quién encarcelar. 
 La naturaleza informal, espontánea, colectiva y caótica de las protestas confunde a los Gobiernos. ¿Con quién negociar? ¿A quién hacerle concesiones para aplacar la ira en las calles? ¿Cómo saber si quienes aparecen como líderes realmente tienen la capacidad de representar y comprometer al resto?
5. Es imposible pronosticar las consecuencias de las protestas. Ningún experto previó la primavera árabe. Hasta poco antes de su súbita defenestración, Ben Ali, Gadafi o Mubarak eran tratados por analistas, servicios de inteligencia y medios de comunicación como líderes intocables, cuya permanencia en el poder daban por segura. Al día siguiente, esos mismos expertos explicaban por qué la caída de esos dictadores era inevitable. De la misma manera que no se supo por qué ni cuándo comienzan las protestas, tampoco se sabrá cómo y cuándo terminan, y cuáles serán sus efectos. En algunos países no han tenido mayores consecuencias o solo han resultado en reformas menores. En otros, las movilizaciones han derrocado Gobiernos. Este último no será el caso en Brasil, Chile o Turquía. Pero no hay duda de que el clima político países ya no es el mismo.
6. La prosperidad no compra estabilidad. La principal sorpresa de estas protestas callejeras es que ocurren en países económicamente exitosos. La economía de Túnez ha sido la mejor de África del Norte. Chile se pone como ejemplo mundial de que el desarrollo es posible. En los últimos años se ha vuelto un lugar común calificar a Turquía de “milagro económico”. Y Brasil no solo ha sacado a millones de personas de la pobreza, sino que incluso ha logrado la hazaña de disminuir su desigualdad. Todos ellos tienen hoy una clase media más numerosa que nunca. ¿Y entonces? ¿Por qué tomar la calle para protestar en vez de celebrar? La respuesta está en un libro que el politólogo estadounidense Samuel Huntington publicó en 1968: El orden político en las sociedades en cambio. Su tesis es que en las sociedades que experimentan transformaciones rápidas, la demanda de servicios públicos crece a mayor velocidad que la capacidad de los Gobiernos para satisfacerla. Esta es la brecha que saca a la gente a la calle a protestar contra el Gobierno. Y que alienta otras muy justificadas protestas: el costo prohibitivo de la educación superior en Chile, el autoritarismo de Erdogan en Turquía o la impunidad de los corruptos en Brasil. Seguramente, en estos países las protestas van a amainar. Pero eso no quiere decir que sus causas vayan a desaparecer. La brecha de Huntington es insalvable.
Y esa brecha, que produce turbulencias políticas, también puede ser transformada en una positiva fuerza que impulsa el progreso.

domingo, 9 de junio de 2013

A propósito del conflicto social en los suburbios



El conflicto social en los  suburbios de Estocolmo.

Mapa de Disturbios en Estocolmo. Mayo de 2013
A propósito de lo ocurrido a finales del mes de mayo en los barrios periféricos de la ciudad sueca de Estocolmo y de cómo los abordan los medios de comunicación se me ocurren varios comentarios al hilo de los post recientes de este blog. Todos ellos utilizan una serie de adjetivos para describir el paisaje urbano y social que se respira en lo que algunos llaman directamente “islas” o “espacios segregados”; me interesa fijarme en estos detalles y no en el fenómeno violento en sí, que podría considerarse como una expresión  de aquello que de otro modo no tiene cabida para expresarse o que de otra forma no alcanzaría el eco buscado; y no es baladí hacer esta afirmación, tras los disturbios el presidente del gobierno conservador sueco ha prometido mayor inversión en infraestructuras y servicios sociales.



Carlos LAORDEN publicaba en El País  un artículo titulado “La violencia incendia las barriadas de inmigrantes de Estocolmo”. En su arranque da algunas pinceladas que ya dejan entrever en sí mismas unas causas que a la vez son síntomas también de los altercados que asolaron esas barriadas periféricas como Husby o Tesla. Habla de la “destartalada estación de tren de Husby, donde hileras de bloques de apartamentos homogéneos se extienden por zonas mal urbanizadas y sin apenas comercios”.  La asociación juvenil Megafonen habla directamente de carencias sociales y critican el racismo, el desempleo y que los peores colegios estén en estas barriadas periféricas. Y es ahora, al socaire de los disturbios cuando las autoridades públicas anuncian un plan de inversiones para las “zonas más vulnerables”.Pero no solo eso, el autor también recoge la sensación de “aislamiento” que los habitantes de estas islas urbanas tienen. Aislamiento físico del resto del área metropolitana de Estocolmo como también de segregación social por el resto de la sociedad sueca que de facto relega un alto porcentaje de inmigrantes a estas barriadas.


Juan M. ÁLVAREZ titulaba otro artículo publicado por el diario El País “Utopía sueca: ¿fin de trayecto?”. En él lo más destacable para el propósito de este blog  es que habla de algo muy importante para entender la naturaleza y algunas causas del problema: “la pérdida del sentido de comunidad”, el imperio de la ingratitud.

Como ya he hablado en otras entradas de este blog la potenciación del sentido comunitario es una herramienta poderosa para dar identidad al grupo humano, para darles sentido, para canalizar sus necesidades y para erigirse en interlocutor válido de tal forma que la activación de ese canal, de esa vía haga verdaderos ciudadanos a unos individuos que de otro modo están aislados, disgregados y que no son capaces de establecer un canal de interlocución social válido y eficaz.


Óscar GUTIÉRREZ titula “Suecia despierta de su sueño integrador” un artículo publicado también el El País donde da voz a un joven que se queja de que es la oficina de inmigración al que asigna la vivienda a los inmigrantes . Posiblemente, esa política urbana y social no sea del todo correcta ya que de funcionar así lo que  estimula es la “guettización” de esas barriadas periféricas, lo que unido a la falta estímulo de políticas sociales asistenciales y de otro tipo consigue agravar los problemas en lugar de solucionarlos. Es en este sentido que el autor señale que tras siete años en el poder el partido conservador  no parezca haber hecho lo suficiente por evitar la desconexión de la población inmigrante del resto de la sociedad sueca, desconexión como vengo diciendo  física y social que se traduce en falta de integración.


Rafael POCH en su artículo “Banliues nórdicas” publicado el 26/05/13 en la Revista LAVEUDAFRICA señala algunas notas que vuelven  a mostrar causas y síntomas a la par del estallido social: “El dispensario y el centro social del barrio se cerraron por falta de fondos, las escuelas se han abandonado y de forma paralela se ha incrementado la presencia policial”; incluso menciona que frecuentemente el aumento de población imigrante en un barrio suele ir acompañado de la salida de los suecos, de tal suerte que cuando los suecos desaparecen  se cierran comercios, hay que pagar incluso por aparcar a cualquier hora del día, etc… Son factores todos que sumados hacen que la gente, que la población se sienta abandonada.

Aquí el autor se fija en cuestiones nada desdeñables para entender el clima social que se vive a diario en unas barriadas en que la tasa de paro es mayor que la del resto de la población sueca; en que el desconocimiento de la lengua sueca es palpable, en que la tasa de abandono escolar es superior a la media; barriadas que a raíz de la crisis han visto mermar sus servicios sociales básicos (centros sociales, inversiones en escuelas servicios médicos) , con una palpable falta de mantenimiento de las infraestructuras básicas (transporte, viario, espacios públicos), impuestos o tasas arbitrarias y donde se aprecia que no existe una estrategia por parte de las administraciones para de una forma holística abordar los diferentes aspectos de un mismo problema.


En la misma revista se publica otro artículo titulado “Els  guetos d´Estocolmo, illes d´ostracisme social” publicado el 28/05/13. En él se habla de estas barriadas  como islas, como suburbios aislados. Muestras de un estado del bienestar en retroceso que no solo comporta  la pérdida de bienestar material sino también la pérdida del sentido comunitario.

De nuevo aparece el aspecto comunitario, la utilidad, la necesidad de potenciar la Comunidad como vehículo social para que los ciudadanos encuentren y utilicen un cauce que de sentido y entidad a sus necesidades y que los cohesione como ciudadanos con unos vínculos que ellos mismos construyan, encuentren y se den.   Esa es una herramienta, como ya he dicho, para construir una sociedad más justa y más cohesionada; pero no única, junto a ella, otras deben ser abordadas como parte de un proceso social que aprehenda  el problema en toda su dimensión: física, social, cultural, económica y, por qué no, policial también desde la potenciación de la prevención y no de la represión.