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Edgardo Contreras Nossa publica en la revista digital CAFÉ DE LAS CIUDADES n* 146/147 un artículo titulado La formación de precios de suelo y la configuración de las rentas urbanas. urbana.
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jueves, 22 de enero de 2015
lunes, 15 de diciembre de 2014
LA CIUDAD SEGREGADA
LA CIUDAD SEGREGADA.
Las
relaciones de todos los actores que componen la sociedad tienen una plasmación
espacial que para los profanos en al materia escapan a su mirada. Sin embargo,
esas relaciones fruto de la interacción social
son evidentes para la mirada de un geógrafo, de un criminólogo, de un
sociólogo por citar algunas. La ciudad como constructo temporal evidencia la
transformación de esas relaciones entre los individuos y más allá de estos con
el espacio en que viven.
Entender en esa perspectiva que la criminalidad es a la vez consecuencia y causante de
estructuras sociales, económicas, psicológicas que se plasman en la
construcción y vivencia del espacio geográfico urbano es una de las tareas de
la geografía del crimen o de las geografías securitarias como las denomina
HERNANDO SANZ, pero lo es también la propuesta de medidas para cambiar
los escenarios, las dinámicas de la
sociedad de tal modo que se pongan en concierto todos los actores implicados en
la garantía de la seguridad ciudadana como uno de los pilares de las sociedades modernas puesto que en última instancia se
trata de garantizar al ciudadano la seguridad y más allá, la libertad.
Pues
bien, como la sociedad evoluciona también lo hace el fenómeno urbano. Y es el
análisis de esa evolución y de sus consecuencias lo que sirve de base para
afrontar la problemática criminal y establecer estrategias que superen sus
aspectos negativos. Podríamos fijar nuestra atención en muchos aspectos del fenómeno
urbano, sin embargo, me voy a centrar solo en aquéllos que afectan a cuestiones
como la segregación urbana, la parcelación de los espacios, las zonificaciones
de los usos del suelo, la dicotomía entre lo público y lo privado y, más allá,
en la falta de cohesión social y el aumento del individualismo. Así se puede
también entender si las respuestas de las diferentes administraciones al
fenómeno criminal es, más que positivo, coherente y en esa medida, acertada.
EL INDIVIDUO Y LA COMUNIDAD.
Las
personas y los grupos en que se integran interactúan entre sí y con el espacio
que les rodea estableciendo relaciones, vivencias que pautan sus
comportamientos. Un barrio de una ciudad cualquiera es un trasunto identitario
de los habitantes que lo integran y les dota de una cierta identidad colectiva
que a menudo les diferencia de otros barrios de esa misma ciudad. El modo en
que se relacionan y el grado de cohesión vecinal, la vivencia de sus espacios
públicos o privados y de las problemáticas que le son propias condicionan su
percepción de la realidad que les rodea y marcan por ello su vivencia diaria,
la imagen que se construyen del espacio en que desarrollan sus vidas.
En gran medida los diferentes indicadores
sociodemográficos explican y/o condicionan (los usos, los equipamientos, la
falta de cohesión social) el fenómeno de la criminalidad o de la violencia en
determinados lugares o entornos, el
potencial comportamiento incívico. Y aquí entra el problema de las escalas en
el análisis de la realidad. AVENDAÑO FLORES que menciona tres escalas referidas a aspectos
vivenciales de los individuos: la escala inmediata, la vecinal y la local.
BAILLY y BEGUIN los llaman “caparazones
entre el yo y el mundo”.
La escala inmediata,
la del individuo y su familia que se confina en su casa, en su domicilio como
espacio seguro, de ahí que se hable de auténticas cárceles preventivas en que
la vida urbana se ha volcado al interior y que lleva a una atomización de la
vida social y por contrapartida una disminución de la interacción social y en
definitiva la difuminación de la cohesión social. Sus signos externos son las
rejas, las murallas, las alarmas, los perros, las alambradas, los guardas de
seguridad de los inmuebles, etc…, incluso se puede hablar de fachadas con un
denominador común: el encierro. Lo cierto es que esa es una realidad que llega
a ser visible en áreas urbanas y periurbanas, incluso rurales.
La escala vecinal
la sitúan en el ámbito de la cohesión social ya que en la medida en que la
vivencia vecinal o comunal, como la llaman los autores latinoamericanos, se
deteriora causal y consecuentemente disminuyen los lazos que vinculan a los
individuos entre sí como comunidad y
hacen que, en definitiva, los problemas relacionados con la criminalidad no
sean enfrentados desde ésta como sería lo deseable ya que las estrategias de
promoción y de resolución de conflictos que no se asienten en un entendimiento
de que la seguridad, la paz social en definitiva, no puede continuar siendo
como hasta ahora una estrategia superpuesta a la sociedad sino que esté
permeada por ella para que de una parte los individuos y los grupos en que se
integran y de otra la actuación de las diferentes administraciones implicadas a
diferentes niveles, sea posible que las estrategias que se adopten resulten
útiles a la sociedad. Por ello, se impone superar el modelo reactivo policial
tradicional por otro preventivo en que desde una perspectiva complementaria,
transversal e interdisciplinar todos los actores implicados sean protagonistas.
En este sentido, la potenciación de los espacios de
reunión vecinal o de la seguridad en su zona de tránsito suponen pequeños hitos
en la consecución de esos objetivos securitarios y es precisamente en esa
perspectiva que se incardinan teorías como las del CPTED, que ya traté en otros
post.
En la escala local se
sitúan los problemas que afectan a todo el espacio urbano. Se establece o se
constata una zonificación de la ciudad que en la mayoría de los casos es
invisible como describía al comienzo del artículo. Las distintas circunstancias
socioeconómicas de los habitantes de ciertas zonas o barrios de nuestras
ciudades determinan que otros ciudadanos perciban esas zonas como áreas
peligrosas, áreas de exclusión social y por ende áreas en que los fenómenos de
marginalidad y delincuencia son más comunes de tal forma que a menudo ciertas
calles constituyen verdaderas fronteras invisibles que en el imaginario
colectivo de una ciudad sus vecinos reconocen y que por ello marcan pautas de
comportamiento diario que derivan en agravamiento de problemas de exclusión
social o marginalidad, convirtiéndose como venimos observando en causa y en
consecuencia de los procesos excluyentes de los individuos, de sus grupos y de
los espacios que habita y transita.
En
muchos casos la administración pública realiza una política de inversión y
mantenimiento de espacios públicos y de dotación de equipamiento urbano que
obvia estas realidades descritas y que de no revertirse desembocan en un
proceso de degradación urbana y por ende social que hacen que la percepción de
sus habitantes y de los ciudadanos de otros barrios en general sea de un
espacio degradado social y físicamente.
De ese modo la ciudad se convierte en una suerte de
islas más o menos conectadas pero con “fronteras” invisibles en que los usos de
los diferentes espacios, las dotaciones de infraestructuras, la titularidad de
los espacios y aún la privatización de los públicos hacen que la vivencia de
los espacios urbanos derive hacia una suerte de privatización como es el caso
de los parques públicos vallados y/o vigilados o de los centros comerciales
donde desarrollamos parte de nuestra convivencia social como meros
consumidores: de ocio, de artículos, etc…
“La relación de la
delincuencia
con las grandes
concentraciones urbanas
es muy superior a la que se pudiera relacionar
a la emigración”.(3)
VALERO ESCANDEL,
J.R., La Ciudad y el miedo. VII Coloquio de Geografía Urbana. 2004. Universidad
de Girona.
Los
barrios residenciales cerrados sobre sí mismos constituyen a menudo un fuerte
contraste con aquellos espacios, con aquellos barrios en que crece la
inseguridad, la exclusión y el deterioro. Así, la ciudad se convierte en una
suerte de espacios a los que no podemos acceder libremente o al menos aún
siendo espacios abiertos el nivel adquisitivo e los individuos no les permite acceder
a determinados lugares. Espacios teselados en que las diferencias se basan en
las disparidades de dotación de
servicios públicos, espacios más o menos accesibles, más o menos peligrosos.
Ello muchas veces determina que determinados ciudadanos con rentas bajas solo
puedan acceder a viviendas de un determinado valor, lo que acaba constituyendo
guettos en que los procesos de degradación se retroalimentan. Según la Comisión
Técnica de Seguridad Urbana de Barcelona “el nivel de seguridad que los vecinos
de la ciudad atribuyen a su barrio de residencia remite a algo más que al miedo
al delito, es un barómetro de calidad de vida del territorio y de la cohesión
social de la ciudad”.
Es
más, se habla de la distribución diferencial por barrios del riesgo real y del
riesgo percibido. En general, todos los estudios hablan de un incremento de la
percepción subjetiva de inseguridad y en ello tienen que ver tanto las
estadísticas reales de delitos como el aumento de la población inmigrante, la
desconexión creciente entre los centros de trabajo, residencia y ocio que hacen
se resienta la cohesión social y se deterioren las relaciones comunitarias.
Revista METRÓPOLIS. Invierno 2010. Nº.: 77.
Barcelona. Número dedicado a la Ciudad del Miedo.
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lunes, 19 de mayo de 2014
Las otras ciudades de la próspera UE
Así es la ciudad europea que no quieren que veas
Con las elecciones cada vez más cerca, repasamos 6 puntos negros de la pobreza y el conflicto en el Viejo Continente
Por: Natxo Medina, jueves 15 de mayo de 2014
De Nápoles a Estocolmo, la idea de una Europa fuerte, próspera y unida se ve contestada por la realidad de barrios urbanos en los que la supervivencia es la ley. Recogemos unos cuantos casos significativos.
Desde que unos días atrás habláramos de cómo el cine se había acercado a Europa, las calles de las grandes ciudades ya se han llenado de carteles electorales: las caras de los candidatos cuelgan sobre nosotros como fantasmas a todo color, y sus rostros saludables y sus atuendos recién salidos de la tintorería contrastan con las imágenes de miseria que continuamente se viven en muchos puntos del continente. La cuestión es, ¿cómo reaccionarían al ver esas expresiones sonrientes algunos de los barrios más empobrecidos de Europa?
Casi siempre periféricas, en estas zonas sobreviven los cada vez más abundantes olvidados de la Unión. ¿Los más perjudicados? Clase trabajadora, niños, mujeres e inmigrantes. Muchos de ellos condenados a vivir en los extrarradios tras haber sido expulsados del centro histórico de las grandes ciudades turísticas. En estos enclaves se siente especialmente la mordedura de Europa, así como la miseria y la delincuencia que se han convertido en parte de su estructura viva. Paralelamente, en algunos casos se viven escenas de revuelta y resistencia. Son lugares que la cúpula europea seguramente preferiría enterrar, pero que existen, y que definen las claves del continente paralelo, el que queda fuera de las encuestas y las papeletas. Estos son algunos de sus ejemplos.
Añaza, Tenerife
En el barrio de Añaza, que creció a mediados de los 80 a partir de años de reivindicaciones vecinales, los niveles de paro rozan hoy el 50% de su población activa. En el caso de los menores de 25, el nivel llega hasta el 70%. Luis Celso, presidente de la Asociación de Vecinos del barrio, asegura que las escenas que se viven día a día allí “parecen de Posguerra”. Situaciones similares se viven en otros barrios españoles, como el de Orriols, en Valencia, con una alta tasa de paro sostenido, donde recientemente la plataforma de extrema derecha España 2000 donaba 4 toneladas de comida a los más necesitados... siempre que fueran españoles. Esto en un barrio en el que el 29% de la población es migrante. Una jugada que nos recuerda a las ayudas que la organización fascista Amanecer Dorado ofrece en algunos barrios pobres de Atenas a los más necesitados, excluyendo a todos los no-griegos.
Exarcheia, Atenas
Por suerte, no todo es miseria y fascismo en Grecia. También hay focos de insurrección como el barrio de Exarcheia, situado muy cerca de la Universidad Politécnica de Atenas, en el centro de la ciudad. De larga tradición anarquista, en él se concentra gran parte del activismo político de la ciudad. Empobrecido como se ha visto en los últimos años, sigue siendo un foco de lucha y resistencia. Fue en Exarcheia donde estallaron los disturbios posteriores al asesinato, a manos de un policía, del adolescente Alexandros Gigoropoulos en 2008. Disturbios que destaparon un descontento profundo y prolongado hacia la opacidad y la corrupción del gobierno. Una inquietud que pocos años después demostró estar del todo justificada. Aunque pocos imaginaran por aquel entonces que los peores disturbios todavía estaban por venir.
Fakuteta, Bulgaria
Un año antes de aquellos disturbios, en 2007, Bulgaria entraba en la Unión Europea. Hoy, a escasos cinco kilómetros del Parlamento, se encuentra el suburbio de Fakuteta, un terreno que ocupa alrededor de un kilómetro cuadrado en la periferia de Sofía. En ese espacio se hacina una población de 55.000 personas, en su mayoría de etnia gitana, abandonadas a su suerte. La población común tampoco lo tiene mucho más fácil: el salario mínimo no pasa de los 330 euros, y las pensiones de los 110. Al país, que sufrió una brutal decadencia tras la caída del Telón de Acero, no parece haberle servido de mucho su integración europea y hoy se ahoga en un mar de corrupción. Tanta que, según asegura Petar Jakimov, de la Liga Anti-Mafia Búlgara, “es uno de los pocos, si no el único país europeo en los que no hay actos de corrupción demostrada”. Tan obvia es, que nadie le hace caso.
Secondigliano-Nápoles
Algo similar pasa en uno de los lugares descritos en detalle por Roberto Saviano en su best-seller Gomorra. Pero lo más interesante aquí no es tanto el control total que la mafia ejerce sobre la población de la ciudad, sino en cómo a este problema estructural se ha venido a sumar el abandono casi total del Estado en materia social y educativa. En 2010 se suprimieron por completo las ayudas a familias sin recursos, lo cual dejó a cientos de miles personas en situación de indefensión total. Hasta 54.000 niños menores de 13 años han abandonado la escuela en la región de Campania, donde se encuentra Nápoles, muchos de ellos para trabajar o integrarse en la Camorra. Una situación que uno diría sacada de las peores estampas de la Revolución Industrial del siglo XVIII.
Husby, Estocolmo
En esta clasificación no caben sólo países dominados por viejas oligarquías corruptas. También naciones ricas y de larga tradición democrática como Suecia. En mayo de 2013 una serie de disturbios violentos estallaron en el barrio de Husby, en el extrarradio de Estocolmo, de mayoría inmigrante, donde hasta un tercio de la población entre 16 y29 años ni estudia ni trabaja. El conflicto duró días y se trasladó a otros barrios, e incluso a ciudades cercanas como Malmö o Uppsala. Husby encarnaba así un problema de racismo y de inquietud social acumulada, fruto del reguero de cambios políticos que empezaron en el país con la muerte de Olof Palme en el 86 y que han conseguido que hoy la brecha entre clases esté creciendo en Suecia más rápido que en ningún otro país de la Unión.
Sevran, París
Este núcleo de la Unión tampoco escapa de la quema. De hecho, Francia es uno de los países con más guetos urbanos de Europa. La denominación oficial alude a ellos como “zonas urbanas sensibles”, y contamos hasta 717, la mayor parte de las cuales están en las llamadas “banlieues”. En 2005 una de ellas, Clichy-Sous-Bois, al este de París, estallaba en llamas. Estos lugares, poblados sobre todo por emigrantes de segunda generación venidos de las antiguas colonias francesas, representan la falta de alternativas de toda una juventud a la que el país niega el futuro. Sevran, con un 18% de paro total y un 40% en el caso de los jóvenes y situada también al noreste de la capital, es hoy una banlieue prima hermana de aquella que puso a Francia en jaque. Sus habitantes están a un viaje en tren del centro, y aún así afirman sentirse “a un mundo de distancia”.
Un conflicto enquistado
Al respecto de los conflictos urbanos parisinos, Eric Hazan escribió: “Tengo la convicción de que París sigue siendo lo que ha sido durante más de dos siglos: el gran campo de batalla de la guerra civil en Francia entre aristócratas y sans–culottes. Poco importan los nombres que les podamos dar hoy”. Así se expresaba en París en tensión, urbanismo e insurrección en la ciudad de la luz, y su razonamiento podría ampliarse al choque ancestral entre élite y pueblo que recorre la Europa moderna. Esto explicaría por qué el patrón que siguen todos los disturbios comentados es tan similar.
Primero vienen las medidas gubernamentales (adelgazamiento del tejido público, privatizaciones, políticas de mercado en sustitución de políticas sociales...). Estas medidas profundizan la fractura social, generan un progresivo descontento ciudadano, falta de opciones políticas y perspectivas de futuro, discriminación cotidiana y en última instancia hambre y necesidad. De ahí al estallido sólo queda un paso.
Hoy se estima que 120 millones de ciudadanos europeos, de un total de unos 740 millones, no tienen trabajo, y muchos de ellos viven por debajo del umbral de la pobreza. Las ayudas de Cruz Roja aumentaron en un 75% entre 2009 y 2012. Muchos ciudadanos que sí trabajan, ven como la distancia entre ricos y pobres crece sin parar. Ante estas perspectivas, ¿qué puede importarle al empobrecido europeo de a pie lo que aquellos candidatos de los que hablábamos tengan que decir? Y si la confianza en ese pacto político hasta hoy más o menos firme amenaza con desmoronarse, ¿cómo puede un continente sobrevivir a esa brecha? ¿Estamos condenados a girar siempre en espiral? Estudiar estos barrios no nos vendría nada mal para conocernos mejor. Mientras tanto, estaremos borrachos con la idea de Europa, sin darnos cuenta de que tenemos un problema con el alcohol.
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martes, 7 de enero de 2014
Privatización del uso del espacio público
Los cascos históricos sufren constantes reformas injustificadas
Aparte de las obras, la privatización de su uso es una amenaza
Las terrazas y
otras instalaciones son una privatización del espacio público. / Samuel Sánchez
En los años
ochenta, la monumental plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela servía,
como tantas otras plazas históricas españolas, de aparcamiento. Cuando la
Unesco declaró la ciudad Patrimonio de la Humanidad, los coches fueron
desapareciendo y comenzó una lenta peatonalización no exenta de las protestas
de muchos de los comerciantes y viandantes que hoy la disfrutan. Tras la
desaparición de los coches de la mayoría de esos centros, los peligros son hoy
otros. Conseguir calles para quedarse en la calle es cada vez más difícil. Con
las arruinadas arcas de los consistorios, la tentación de sacar rédito al
espacio público con la excusa de crear empleo y riqueza se presenta tan poco imaginativa
como inevitable. Sin embargo, las consecuencias de devorar ese espacio
colectivo son nefastas para las ciudades y sus habitantes. Sin espacio para
compartir, ¿en qué se transforma una urbe?
Cuando la
arquitectura no ofrece una lección de civismo puede mostrar lo contrario, el
retrato de una sociedad capaz de vender su alma al diablo. Por eso el debate de
la progresiva privatización de las calles arde en una de las plazas más
emblemáticas de España, la Puerta del Sol de Madrid, el kilómetro cero del
país. ¿La razón? Su incesante hacerse y rehacerse. Son muchos los ciudadanos
que han puesto el grito en el cielo ante el anuncio de que el escenario de las
acampadas del 15-M va a cambiar de nuevo a pesar de que vivió su última
transformación hace apenas cuatro años.
Aquellas obras
sirvieron para ubicar en el subsuelo una nueva estación de tren. Con la reforma
recién estrenada, el Colegio de Arquitectos de Madrid ha anunciado un concurso
internacional para volver a rediseñarla. En dicho colegio esgrimen que buscan
el alma del lugar, “dotar de relato” esa clásica encrucijada de la ciudad. Para
ello han abierto una consulta ciudadana con un cuestionario que pregunta si
quieren sentarse en la plaza —que hoy no tiene bancos— pero que no plantea si
están interesados en cambiarla de nuevo. Tampoco puede el ciudadano preguntar
por qué no pensaron todo esto antes de concluir los trabajos anteriores. ¿Se
levantan con demasiada frecuencia los centros históricos españoles? ¿Para qué
conviene cambiarlos?
En un país sembrado
de aeropuertos y autopistas innecesarios, nadie se atreve a atribuir
públicamente a las comisiones la motivación que hay detrás de tanta reforma.
Sin embargo, no pocos hablan abiertamente de propaganda: “Es muy propio de este
país hacer obras en los sitios más visibles de las ciudades como estrategia
electoralista a cargo del erario público”, sostiene Vicente Patón, presidente
de la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio. Este arquitecto explica que
“en el centro de Madrid se remodelan una y otra vez los mismos sitios, y lo más
triste es que no mejoran nada, todo lo contrario”. Patón considera que Sol
“empeoró en 2009”, pero argumenta que está nueva, y que Madrid no puede
permitirse más obras ni gastos innecesarios. Aunque el Colegio de Arquitectos
asegure que gran parte del desembolso económico provendría de dinero privado,
“estos inversores van a ser interesados y probablemente contrarios a los
intereses de los ciudadanos”, zanja.
Es una opinión extendida que a la célebre Puerta del Sol le basta con estar
limpia y despejada, tal como estuvo durante el siglo XIX y buena parte del XX.
Incluso Rafael Moneo, anunciado como jurado del concurso del que él mismo
recela —“no me negué por buena vecindad”— piensa que “en esa plaza se tiene que
hacer muy poco: allí se ve la fuerza de lo urbano y lo pequeño ya no importa”,
explica en alusión a la ausencia de bancos y árboles.
Con todo, la
presencia del Pritzker español en el jurado que decidirá sobre la futura plaza,
y la de otro destacado arquitecto nacional, Emilio Tuñón, autor del MUSAC de
León, legitima ese concurso en entredicho. Tuñón anima a “no estar tan
preocupado por relatos sobreimpuestos”. Para él, “la vida es transformación y
las ciudades siempre están expuestas a cambios. Es natural que los centros
históricos también se alteren”.
Itziar González
Virós, que dimitió como concejal del Centro Histórico de Barcelona tras
representar al PSC de 2007 a 2010, precisamente por discrepancias urbanísticas
con su partido, asegura desde su ciudad que le ofenden las inversiones en una
plaza que ahora es un espacio simbólico de las reivindicaciones de lo público.
“Me parece sospechoso que de repente sea necesario adecuar ese lugar
emblemático de la fuerza ciudadana”, sostiene. “Creo que es una manera de
ocupar, desde la privatización del poder, el lugar simbólico de nuestra
exigencia de calidad democrática”.
En esa línea,
el antropólogo Manuel Delgado opina que la anunciada transformación tiene que
ver con “convertir las ciudades en objeto de consumo”. “Los centros históricos
responden a la voluntad de generar espacios urbanos vendibles, atractivos para
el turista y el inversor”, opina. Para él, la nueva remodelación de Sol
responde “al retroceso de Madrid en el mercado de ciudades y a la necesidad de
reformular su presentación como objeto de consumo”.
Delgado advierte de los procesos de gentrificación sufridos en tantos
centros históricos —la expulsión de vecinos de clases populares y su
sustitución por inquilinos de clases medias o altas—, “así como el acoso contra
pobres, prostitutas o cualquier otro elemento que pudiera afear el producto buscado”.
¿Cuál es ese producto buscado? ¿Qué se quiere hacer con los centros? “Decorados
para prácticas sociales rentables”, contesta. El autor de El espacio público
como ideología asegura que es habitual el veto a los actos de protesta en los
centros. Por eso también a él le cuesta separar los planes de remodelación de
Sol de la identidad de ese espacio, en los últimos tiempos, como “escenario
activo de apropiaciones por parte de sectores en conflicto”. Habla del 15-M:
“Ni que decir tiene que después de la reforma Sol ya no volverá a servir para
que allí pasen cosas”, sostiene.
Hay muchas
maneras de que el espacio público deje de ser público sin que ese cambio de
titularidad se evidencie a ojos de todos los ciudadanos. La más sencilla es la
invasión: privatizarlo con pistas de patinaje, con puestos de feria, con
terrazas de cafeterías...
“Los
Ayuntamientos se están dando cuenta de que el espacio público es la caja de
resonancia de nuestras exigencias ciudadanas”, sostiene González Virós, una
urbanista especializada en procesos de participación ciudadana y en solución de
conflictos en el espacio público. Aunque admite que las plazas despejadas y
duras (pavimentadas) han tenido muchos inconvenientes, considera que ahora
tienen una función social. “Este no es el momento de empezar a plantar árboles
en las plazas grandes de los centros urbanos”, dice.
Por si hiciera
falta recordarlo, explica que hay otras urgencias, y reclama que los ciudadanos
necesitan un espacio donde poder manifestarse. Sabe de qué habla: “La adecuación
de los espacios públicos fue la bandera de la mayoría de los Ayuntamientos
democráticos y, en este momento, la privatización de los mismos es la bandera
de la reforma antidemocrática que estamos viviendo de mano de casi todos los
gobiernos actuales”, recuerda. “Del PP a Convergència i Unió pasando por el
PSOE”, matiza. “Todos hablan el mismo idioma en la calle. Esto es: callan ante
lo que deciden los inversores”.
Con la excusa
de dinamizar el comercio, la privatización del espacio público, o lo que es lo
mismo; la invasión de terrazas y puestos ambulantes, está devorando las
ciudades. Donde antes cualquiera podía sentarse en un banco, ahora solo puede
hacerlo quien tiene dinero para pagar una copa, un relajante café con leche o
una cena.
Rafael Moneo no
se muestra contrario a esas terrazas: “La gente necesita lugares públicos en
los que poder hablar y fumar juntos”, dice. Sin embargo, la exconcejala
barcelonesa recela de la nueva normativa de su ciudad para terrazas, que hace
perder cada vez más metros cuadrados a los ciudadanos: “Se quiere convertir el
espacio público en rentable y eso es antipúblico”.
González Virós
está convencida de que la única manera de recuperar la calle es contando con el
apoyo de la ciudadanía. Y pasando revista a sus propios errores, aconseja no
pedir opinión a los ciudadanos para asuntos que no les interesan: “Nunca
inicies un proceso de participación si no hay una necesidad expresa de la
ciudadanía”. En ese punto, en el principio más básico, en la razón de ser de
una obra, es donde fracasa el concurso convocado para mejorar la Puerta del
Sol. “Creo que evitan la posible respuesta sobre lo innecesario de la obra y
derivan hacia aspectos secundarios como los arbolitos o los bancos, que es
cierto que no existen pues fueron eliminados, pero que vendrán bien para
justificar la instalación de terrazas, es decir, de asientos de pago a
beneficio de algún empresario favorecido”, comparte Patón.
Como
alternativa, González Virós es radical. Defiende las acciones no mercantiles,
las iniciativas vecinales de recuperación de la calle para la vida comunitaria
que afloran en ciudades como Zaragoza o Sevilla en la estela de lo que
sucediera en urbes como Berlín. “El futuro de la ciudad está más en el
activismo que en la política territorial de las administraciones públicas. No
hace falta que hagan nada, pero por lo menos que no ocupen el suelo. Que dejen
los vacíos y la ciudadanía ya hará allí lugares de encuentro y demostrará cómo quiere
vivir”, propone.
La idea de
Patón para cuidar los centros es distinta. Consiste en salvar su verdadera
historia y la relación de esta con el ciudadano. “Estamos viendo hoy que la
ciudad no la hacen los ciudadanos, ni siquiera como electores, ni propiamente
los políticos con criterios que deberían ser democráticos, sino los oligarcas
que manejan cada vez más los hilos de todo el entramado social: los potentados
ponen el dinero con el que los políticos ganan elecciones y después exigen su
tributo como recalificaciones o planes urbanísticos adecuados a sus planes
financieros. En este sentido, los políticos son profundamente incultos y a
menudo sinvergüenzas, y el electorado se compone en un gran porcentaje de
personas de escasa formación y deformada información. Con estos mimbres es muy
difícil que una democracia pueda ser real”, resume.
Para ser
constructivos, merece la pena compararse con los vecinos, con las calles de
Oporto o París. Son muchos los centros históricos españoles —de Valencia a
Barcelona, Bilbao o Madrid— que, durante años, han ido perdiendo edificios y
comercios en aras de una modernidad que ha resultado ser una moda efímera. Y,
sin embargo, vivimos un resurgir de los falsos establecimientos de época. ¿Qué
está pasando? “Ahora que se viaja más, el público viene admirado de lo que ve
en Roma o Viena y eso incita a muchos comerciantes a reproducir un pasado
postizo”.
El resultado es
el parque temático de cartón piedra en que se están trasformando tantos centros
históricos: cómodos, seguros y decorados, “sin ninguno de los encantos de la
versión original, pero capaces de satisfacer a ese público turístico que vive
más en lo virtual que en lo real”, explica Patón.
Manuel Delgado
lo resume sin caridad: “Un centro histórico único es idéntico a otro centro
histórico único”. Y lo razona explicando que cuando un centro urbano es
intervenido y tematizado “lo que se produce es la expulsión de él de la
historia, es decir, de la vida real, con sus contradicciones, miserias y
conflictos”.
¿Qué hacer para
evitar esa broma pesada? “Cada centro histórico es peculiar e irrepetible —si
lo que se pretende es algo más que visitar sus tiendas de Prada y sus HM—”,
objeta Patón. Delgado lo ve de otra manera. Para él los centros históricos son
como “reservas naturales en las que la historia se preserva del conflicto, una
pura imagen estereotipada y falsa”. Explica que la mayoría de los centros que
conoce —de Quito a México DF pasando por Buenos Aires o Guayaquil— están
conociendo ese proceso de transformación en históricos, “es decir, en centros
que existen exiliando o manteniendo a raya la historia”, ironiza. “Todos
parecen cortados con idéntico patrón. Por eso se puede tener la ilusión de que
en cada uno te cruzas con los mismos viandantes con los que te cruzaste en el
último que visitaste”.
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