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jueves, 10 de abril de 2014

Un laboratorio de paz en Colombia.
EL PAÍS, 09/04/14
La masacre de El Salado fue una de las más violentas de la historia reciente del país
Hoy muchos de sus ciudadanos han vuelto y están reconstruyendo su vida
Una gran movilización social transforma la zona, con apoyo de organismos públicos y privadosUn campesino trabaja con hojas de tabaco, uno de los motores de la economía en El Salado. / OSWALDO PÁEZ

Si pretendían sembrar el terror, quienes jugaron al fútbol con las cabezas de los decapitados en El Salado, un pequeño pueblo colombiano de la región de Montes de María, lo consiguieron. Si buscaban destruir la aldea, a priori, también. Pero si lo que querían era acabar con la convivencia de por vida, fracasaron. La localidad, que antes de la masacre ejecutada por grupos paramilitares en el año 2000 contaba con 7.000 habitantes, es un ejemplo de muchas cosas: de la crudeza de un conflicto que dura más de 50 años, de la indefensión de las víctimas y del abandono que han sufrido durante muchos años, ignorados por el Estado y por una parte del propio pueblo colombiano… Pero también de que la reconstrucción es posible incluso en las zonas donde parece más difícil. Hoy El Salado es un laboratorio de paz que quiere ser el modelo para su región y el resto de zonas rurales asoladas por los enfrentamientos armados.

La masacre de El Salado es una de las más crueles de la historia moderna de Colombia. Entre el 16 y 21 de febrero de 2000, los paramilitares del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, con la complicidad de las Fuerzas Armadas, torturaron y mataron a decenas de campesinos en una barbarie que incluyó la violación de mujeres, el desmembramiento de personas con motosierras, el apaleamiento de ancianos y mujeres embarazadas y las mencionadas decapitaciones, al son de gaitas y tambores de júbilo. Se trataba de dar un escarmiento en una zona que supuestamente simpatizaba con la guerrilla de las FARC. Durante años, los paramilitares lograron hacer saltar por los aires la convivencia en El Salado. Pero en el año 2009, una iniciativa encabezada por la Fundación Semana (una revista colombiana), con la colaboración de numerosos agentes públicos y privados y, sobre todo, con la implicación de la sociedad de El Salado, ha conseguido devolver la esperanza a la zona. El caso fue analizado como ejemplo de reconstrucción postconflicto en la Casa de América de Madrid durante un encuentro celebrado el pasado lunes.

“Tras la tragedia nadie confiaba en nadie. Todos nos fuimos a las ciudades cercanas; el pueblo desierto”

“Tras la tragedia nadie confiaba en nadie. Todos nos fuimos a las ciudades cercanas y dejamos el pueblo desierto”, recuerda Leiner Ramos, de 30 años, testigo de la decapitación de su hermano cuando solo era un adolescente. Lo cuenta por teléfono desde El Salado, algo que habría sido impensable cuando ocurrió la tragedia, ya que se trataba de un lugar totalmente aislado. Por telecomunicaciones y también por medios tradicionales. “Se demoraba tres días en llegar a la ciudad más cercana. Ahora han hecho una carretera y son 45 minutos”, explica Ramos gracias a la antena que se instaló durante la reconstrucción. Es un ejemplo de colaboración privada: la aportó Telefónica.

Ramos es uno de los alrededor de 1.300 habitantes que han ido regresando a El Salado en estos últimos años. Tras la masacre, sus vecinos fueron desplazados a ciudades cercanas, donde su condición de víctimas no hacía sino estigmatizarlas aún más. Fueron regresando con cuentagotas por unas razones que explicó bien Edwin Navarro, uno de los campesinos que huyeron, en una charla en Colombia: “Los saladeños, los saladeros, los habitantes de El Salado y de sus veredas, cuando nos vimos forzados a dejar las tierras donde crecimos, donde soñamos vivir siempre, nos fuimos de pronto a ciudades donde sí teníamos luz, agua, mejores condiciones… pero no era nuestra tierra, allí nunca soñamos vivir. Allí llegamos por la acción de personas que se creyeron que tenían el derecho de destruir a un pueblo, que creyeron que tenían el derecho a callar con el sonido de las ba
las la acción y representación de toda una comunidad de aproximadamente 7.000 habitantes. Pero regresamos, porque esas son nuestras tierras, allí nacimos, allí vivimos aun con todas esas necesidades”.

Los agentes que han trabajado en el pueblo quieren que sea modelo del posconflicto para todo el país
En un principio, recibieron ayuda desde un punto de vista “muy asistencialista”, según explica María Isabel Cerón, directora de Ayuda en Acción en Colombia. Después, gracias al empuje de la Fundación Semana, cambiaron la manera de hacer las cosas. “Lo valioso de este proceso no solo fue la reconstrucción de la infraestructura, sino establecer confianza. Me impactó mucho porque cuando fui hace cuatro años contaban de una forma muy gráfica todo lo que les había pasado, como para generar lástima. Ahora nadie te pide nada, hablan del futuro de una forma diferente, pero teniendo muy en cuenta el pasado. Para que los hechos no se vuelvan a repetir, los pueblos deben de tener muy clara su historia. Es realmente increíble ver lo que se ha logrado con este proceso”, explica Cerón.

La clave de la reconstrucción está en la propia sociedad, insistieron una y otra vez quienes participaron en el debate. La directora de la fundación Semana, Claudia García Jaramillo, explicó que siempre tuvieron muy claro que el pueblo tenía que ser protagonista del proceso. “Nosotros nos limitamos a acompañarles, a facilitar el acceso de instituciones públicas y privadas que, más que poner dinero, han aportado un trabajo, cada una en su ámbito, que ha propiciado el cambio”, explica. La reconstrucción de las infraestructuras es lo que se nota a simple vista, pero la revitalización de la cultura, la recuperación de liderazgos sociales, la implicación de la juventud ha sido lo que ha promovido que los habitantes de El Salado vuelvan a vivir en paz en su tierra.

Quizás por eso, cuando se le pregunta a Leiner Ramos cuál es la clave de la reconstrucción, responde: “La casa de la cultura. Es lo que más nos une acá”. Es uno
de los núcleos de convivencia de un pueblo agricultor, que tradicionalmente ha tenido el tabaco como una de sus grandes fuentes de ingresos. Han recuperado una escuela primaria, una estación de policía, un centro de salud… Todo había desaparecido tras la masacre.

Los actores implicados en la reconstrucción inciden una y otra vez en la importancia de lo social. “Es una comunidad que oye a sus mayores. Es algo que no sucede en casi ningún lado. No sé por qué, pero lo han conseguido, no sabría explicarlo; tal vez por esa brecha de diez años en la que nadie estuvo en el pueblo. Ahora son los mayores quienes rescatan su cultura y costumbres”, reflexiona María Isabel Cerón.

Queda mucho por hacer para que El Salado sea el pueblo próspero que fue
Para lograr que El Salado vuelva a ser el pueblo próspero que fue queda todavía una larga labor por delante. Todavía existen problemas de abastecimiento de agua, de malnutrición infantil y de calidad de vida que ensombrecen algo algunos notables avances como el haber alcanzado una escolarización del 100% en niños de cero a cinco años, el parque agroecológico que sirve de campo de aprendizaje para los futuros empresarios de la tierra o los proyectos de microemprendimiento. Son las siembras de las que se esperan frutos, pero que ya han conseguido servir de amalgama para la convivencia.

Este ejemplo, con la movilización de entidades públicas y privadas, con este resurgir social, es el modelo que quieren llevar a otros lugares de Colombia los actores que han hecho posible este renacer de El Salado, desde las ONG hasta el propio Gobierno. Según el embajador de Colombia en España, Fernando Carrillo, se trata de una “semilla de transformación colectiva”. Una semilla que podría germinar en muchos otros rincones del país arrasados por la violencia

sábado, 1 de febrero de 2014

El Espacio Público. Ciudad y Ciudadanía






JORDI BORJA y ZAIDA MUXÍ.

El Espacio Público. Ciudad y Ciudadanía.
Ed. Electa. Año 2000. Barcelona
 
JORDI BORJA junto a la arquitecta ZAIDA MUXÍ han publicado recientemente un libro titulado El Espacio Público. Ciudad y Ciudadanía. Ed. Electa. 2000. Barcelona. Como profesor de geografía de la UOC ha enfocado sus investigaciones hacia el urbanismo. La publicación de este libro entronca, por así decirlo, con los postulados sociológicos de autores como Zygmunt BAUMAN ya que contextualiza su discurso sobre la naturaleza de lo urbano desde la perspectiva humana, pero entendiendo al hombre no solo como sujeto individual si no como sujeto social, como grupo, como civitas, o si se quiere utilizar un concepto que emplea con mucha frecuencia a lo largo del libro: COMUNIDAD. Es ahí donde, a mi juicio, sitúa el centro de su discurso urbano y es también el foco de sus diagnósticos de la crisis del fenómeno urbano y también de sus soluciones.. Y es precisamente en ese contexto  en el que se incardina un análisis plagado de conceptos que por sí solos tienen el suficiente carácter evocador: conceptos como espacio público ciudadano, productores de ciudad, urbanismo de productos o de valores,  degradación del espacio público, segregación urbana, privatización del espacio público, espacio cotidiano, sentimiento de pertenencia al lugar, participación de la comunidad, violencia urbana, etc… Incluso llega a dedicar un capítulo a la seguridad ciudadana y el espacio público, que como se ve, van de la mano para el autor.
 
Por ello su definición de la ciudad como espacio público abierto y protegido lo es desde el punto de vista social, es para él un lugar concentrador de encuentros. Por ello, sitúa como peligros precisamente  que los espacios públicos se privaticen , que se segreguen a veces mediante el uso, a veces mediante una falta de planificación  de la ciudad desde esta perspectiva humana que él alienta, con procesos sobre los que es necesario pensar como el urbanismo de productos, las promociones inmobiliarias masivas, por ejemplo.
De ahí, según Borja, que el espacio público no genere por se peligros, es el lugar en que se evidencian los problemas de la injusticia social, económica o política, su debilidad aumenta el miedo de unos y la marginación de los otros. Los problemas de segregación urbana, la existencia de espacios monovalentes o monofuncionales, el propio diseño urbano y de las infraestructuras que aíslan  o segregan a los ciudadanos  confinándolos en áreas concretas nos sitúan ante otro asunto no menor abordado en el libro y que en anteriores entradas de este blog han sido tratadas: el diseño urbano seguro  o en sus siglas en ingles CPTED, planteado como otro más de los pilares que pueden hacer de la ciudadano espacio más humano.
Pero es cuando se detiene en la privatización del espacio público cuando trata de conceptos como COMUNIDAD, BARRIO, SENTIMIENTO DE PERTENENCIA A UN LUGAR… Mantiene que considerar la ciudad como algo de carácter patológico hace que la solución a los problemas consista en la higienización, en limpiar la ciudad de los otros, sustituyendo los espacios públicos por áreas privatizadas consideradas como zonas protegidas para unos y excluyentes para otros. Más allá, existe una búsqueda de seguridad que lleva a cerrar el espacio público como si esta fuera la causa de la inseguridad y del miedo urbano. Por el contrario, el ESPACIO COTIDIANO es el espacio de las relaciones con los otros, del juego, del recorrido diario entre las diferentes actividades y del encuentro. Por ello es necesario favorecer el espacio público dotándole de cualidades estéticas, espaciales y formales que favorezcan y faciliten las relaciones y el sentimiento de pertenencia al lugar. Y vuelve aquí al concepto del CPTED cuando menciona cuestiones como la iluminación, la visibilidad que redundan en un aumento de la vigilancia natural.
En contraposición a esa idea del sentimiento de pertenencia al lugar considera que ciertos sectores de la población se les aisla a veces con algo tan etéreo como en TERRITORIOS SIN LUGARES (1), es decir, espacios carentes de significados y atributos como podrán ser en cualquier ciudad esas barriadas marginales o los barrios populares carentes apenas de espacios públicos y con escasa dotación de servicios e infraestructuras.
Pero el concepto de ciudad se apoya también en el de la CIUDADANÍA, en la civitas. Porque lo urbano es para el autor el escenario de la política, de la política de proximidad, del autogobierno, etc… Es el lugar de la concertación entre actores sociales para llevar a cabo proyectos colectivos. Y es elemento fundamental para construir ciudad de un modo más inclusivo es el de fomentar la PARTICIPACIÓN CIUDADANA ya que cree el autor que producen y son producto del desarrollo de la ciudadanía y en ese sentido propone diferentes formas de participación ciudadana: la creación de consejos, comités, la cooperación, la información, la negociación, el debate y la gestión de ciertos aspectos por parte de actores sociales (asociaciones, empresarios…).Pág. 72.
Sin embargo, es cuando entra a considerar los derechos de la ciudadanía cuando hace una serie de afirmaciones con las que no estoy de acuerdo  totalmente. Cuando afirma que la inseguridad ciudadana la padecen las clases medio-altas (2). Es en este punto en el que no coincido con el autor ya que como el mismo ha ido desgranando en el libro la seguridad o la inseguridad afecta a todos los actores sociales, a todos los ciudadanos, seguramente de formas diferentes o con una percepción subjetiva de la seguridad desigual, pero afectando en definitiva a todos los estratos de la población.
De otra parte, hace mención a la inexistencia de políticas securitarias preventivas. En ese punto también  discrepo del autor. Cada vez más existen más planes de carácter preventivo  como son los que se impulsan desde la Secretaría de Estado de Seguridad elaborando planes que afectan a diferentes temáticas: drogas, seguridad vial, materiales conductores, productos del campo, etc…, y otros que se enfocan a determinados colectivos: el Plan director de seguridad escolar, grupos violentos, violencia juvenil, victimización de determinados colectivos, sin olvidar las cuestiones de género, etc… En ellos, la estrategia securitaria abarca la prevención y también la represión de actividades ilícitas.
No obstante, la lectura del libro de Jordi BORJA  tiene la virtud de reflexionar sobre lo urbano desde una perspectiva en la que el hombre como sujeto social es su centro y cómo fortaleciendo la comunidad se pueden encontrar soluciones a la crisis del fenómeno urbano.
NOTAS:

(1).Véase la consideración de los NO LUGARES del libro recientemente traducido al castellano del sociólogo francés Henri LEFEBVRE titulado La Producción del Espacio, editado por Capitán Swing. En él Lefebvre caracteriza el espacio urbano como “la obra de la gente en lugar de imposición como sistema a la gente”. Es un lugar de encuentro, de simultaneidad y donde su uso constituye su principal esencia. Habla en ese libro también de espacios maquetados y monitorizados por la ideología, produciendo espacios  claros, obedientes, legibles, etiquetados, homogéneos, seguros, etc… producidos por el mercado para las clases medias que sueñan con un universo social tranquilo, previsible, no conflictivizado y sin sobresaltos que se diseñan para ellos como mera ilusión, según Manuel DELGADO señala en la reseña del libro de Lefebvre publicada en el El País, suplemento Babelia del 18!01/14.
(2). En este sentido traigo a colación una entrevista a Jordi Borja publicada en Urbanista Jordi Borja: la ciudad ideal debe ser un lugar de "diversidad" tanto como de "libertad y de igualdad". www.el mercurio.com. Allí hablaba de esas urbanizaciones cerradas sobre sí mismas y con vigilantes privados que se enclaustran frente al temor del otro y que son precisamente la negación de la ciudad ya que cercenan su sentido mismo de lugar contacto, de encuentro entre distintos. En este sentido habla Zygmunt BAUMAN en La Modernidad Líquida del proyecto ###########3.

La Producción del Espacio. Henri LEFEBVRE



La producción del espacio. Henri Lefebvre.


Introducción y traducción de Emilio Martínez. Prólogo de Ion M. Lorea.


Capitán Swing. Madrid. 2013. 451 páginas. 22 euros.


 

  Recientemente se ha publicado un artículo para dar reseña de un libro que se vuelve a imprimir después de años. Se trata de la traducción al castellano de un libro del sociólogo HENRI LEFEBVRE titulado La Producción del Espacio, editado en   por Capitán Swing en Madrid.
De nuevo resurge la postura marxista para explicar  el presente y sus causas. Destaca Manuel DELGADO el autor del  artículo publicado en EL PAÍS Babelia reseñando el libro la contribución a la lucha actual contra la apropiación capitalista de las ciudades que se antoja ahora más atroz que cuando él la describiera. 


Se habla de espacios falsos y falseadores disfrazados tras el lenguaje técnico, es el espacio de los planificadores, de los tecnócratas, de los urbanistas y arquitectos  y de los administradores.

Menciona cómo Lefebvre hablaba en aquel libro publicado hace más de cuarenta años de otros  conceptos: espacio maquetado y monitorizado por la ideología. Se producen espacios claros, obedientes, legibles, etiquetados, homogéneos, seguros…, colocados  en el mercado a disposición de una clases medias que sueñan con un universo  social tranquilo, previsible,  desconflictivizado y sin sobresaltos que se diseña para ellos como mera ilusión y que no va a dejar de estar sometido a los embates de la realidad social.

Lefebvre define lo urbano como una forma específica de organizar y pensar el tiempo y el espacio en general (…) lo urbano  es la obra de la gente en lugar  de imposición como sistema a la gente. La naturaleza de lo urbano es el encuentro, su simultaneidad, constituyendo y reconstituyendo centros. El valor de la ciudad reside su uso.

Pero es esta definición de lo urbano  mucho más amplia la que retrata mejor la perspectiva que desde este blog defiendo: Es el espacio diferencial  en que se despliega  o podría desplegarse la radicalidad misma de lo social (…) puesto que es teatro espontáneo de y para el deseo, sede de la deserción de las nacionalidades y del desaliento ante las presiones, marco y momento de lo lúdico y de lo imprevisible. Todo aquello que en otro momento nos atrevimos a llamar la vida.


A propósito del artículo de Manuel DELGADO publicado en EL PAÍS Babelia el  18/01/14.