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lunes, 23 de marzo de 2015

Big Data. La falacia neopositivista

Big Data. Falacia neopositivista.
Manuel Fernández.
Laciudadviva.blog

En cualquier caso, detrás de esta reclamación de una nueva capacidad científica reside la retórica y la realidad del big data. Las implicaciones de las capacidades de recolección, almacenamiento, procesamiento y explotación de cantidades masivas de datos en un escenario de datificación de cualquier realidad social, empresarial, económica, etc. apenas han sido exploradas de manera crítica. De nuevo, nos encontramos ante una primera fase de socialización espectacularizada de un concepto y unas tecnologías que sólo ahora empiezan a apuntar sus desafíos (The data revolution. big data, open data, data infrastructures and their consequences, de Rob Kitchin, es una buena ventana para estudiar estas consecuencias). Uno de estos desafíos, quizá el que más se relaciona con el día a día ciudadano y el más capaz de generar impactos mediáticos es el relacionado con su potencial como tecnología de control y vigilancia  y como mecanismo de discriminación laboral, criminal o como consumidores.

En este sentido, podemos hablar de una ansiedad creciente sobre la reducida capacidad de actuar frente a mecanismos de control social automatizados, invasivos, imperceptibles y masivos que están detrás de episodios de espionaje, pero también en niveles más cotidianos (principalmente, a través del control de preferencias y gustos para la manipulación comercial como consumidores). Sin embargo, el desafío va más allá y, en muestro caso, nos interesa más su relación con la pretensión de construir unas nuevas bases científicas para el estudio del hecho urbano y la ciudad contemporánea. Kate Crawford, por ejemplo, ha planteado claramente cómo funciona esta mitología del big data como aspiración de verdad y perfección tan seductora que atrae a empresas de todo tipo y también a gestores públicos, encantados de poder disponer de un aparato técnico supuestamente neutral que les permita parapetarse en el “no fui yo, fueron los datos” cuando las cosas salen mal.

La propuesta de “revolución” científica del big data no implica sólo una acumulación cuantitativa de información para la mejora del conocimiento, sino también una mejora cualitativa al permitir traspasar los límites de la ciencia normal para llegar a una nueva revolución científica. Con estas premisas, el movimiento del big data ofrece un nuevo campo de actuación en el ámbito del análisis predictivo, el análisis de sentimientos (principalmente a través de la exploración de las redes sociales), las ciencias naturales (la secuenciación genómica, por ejemplo), el urbanismo cuantitativo o el periodismo de datos, por citar sólo unas ejemplos de aplicación. En este sentido, no es más que una reedición de las promesas del positivismo, instrumentadas ahora por un aparato de gestión informacional sin precedentes. Con ello reaparece en la sociedad y en el espectro del conocimiento científico la posibilidad de conocer de manera objetiva, neutral y desinterasada la realidad a estudiar, reflejada ahora en los datos masivos observados a través de una metodología –el big data y el uso de algoritmos- capaz de ofrecernos una imagen supuestamente perfecta de la realidad. Esta ideología cultural de fetichización de los datos se ha infiltrado en la sociedad, en las prácticas científico-tecnológicas, en los discursos institucionales y en los estudios sociales en una época dominada por las redes sociales como espacio de socialización y, sobre todo, de promoción de nuevos negocios y novedades tecnológicas. El big data se presenta, de hecho, como un asidero en el que las ciencias sociales pueden incluso quitarse de encima su complejo frente a las ciencias matemáticas, ya que ahora disponen de un instrumental para dotar de potencial estadístico comparable al de otras ciencias cuantitativas

Analizando esta aspiración, Boyd y Crawford en Critical questions for big data: Provocations for a cultural, technological,  and scholarly phenomenon apuntan una serie de desafíos que el big data no puede evitar afrontar:

• La pretensión de objetividad y exactitud son una ilusión

• Más datos no implican siempre mejores datos

• Sin contexto el big data pierde su significado

• Que sea accesible no lo hace ético necesariamente

• Acceso limitado al big data crea nuevas brechas digitales

En el escenario de espectacularización y banalización de las potencialidades y limitaciones del big data y las smart cities, el riesgo de los sesgos y las exclusiones de información, afectan a nuestra capacidad de entender por completo una ciudad a través de la datificación de su funcionamiento. A esta debilidad, las expectativas siempre responderán con una misma salida: si faltan datos, es precisamente porque necesitamos más datos, necesitamos ampliar el alcance de lo que podemos datificar, convirtiendo cualquier crítica sobre la insuficiencia de datos en un absurdo. Sin embargo, es precisamente en las ausencias de lo que no es cuantificable o lo que no es donde se abren las brechas para la crítica del neo-positivismo de los datos como escenario de conocimiento perfecto de la realidad. ¿Quién deja rastro de sus actividades en la ciudad? ¿Quiénes participan en los circuitos e infraestructuras captadores de datos digitales? ¿Es esta la realidad reflejada a través de estos rastros digitales? ¿Quién no participa de estos circuitos de datificación? Y, sobre todo, ¿de qué manera el uso del big data responde a una realidad fraccionada?

Todas estas posibilidades tecnológicas abren nuevos campos de exploración para mejorar la gestión de la ciudad y para ampliar nuestra experiencia urbana. De hecho, ya está pasando. Pero necesitamos hacernos muchas más preguntas y cuestionar sus limitaciones a la hora de describir o transformar la complejidad de la vida social en la ciudad.

Manu Fernández (@manufernandez) es analista urbano y autor del blog Ciudades a Escala Humana. Consultor independiente, actualmente se encuentra desarrollando su tesis doctoral sobre la narrativa de las smart cities.

domingo, 22 de marzo de 2015

Qlikview Bigdata para atrapar al ladrón

ALBERTO G. LUNA18.02.2015 – 05:00 H.
TAGSTECNOLOGÍASOFTWARE

En Malmö (Suecia), una multitud de personas son disparadas mientras esperan en una parada de autobús, en el interior de sus coches o accediendo a ellos. Una de ellas muere y varias más resultan gravemente heridas. Tras un largo tiempo de infructuosas investigaciones, la Policía decide apostar por una tecnología de búsqueda hasta ese momento desconocida que le permite analizar los datos e informes existentes sobre el caso y realizar, de esta forma y en tan sólo unos minutos, todo el trabajo que de haberse hecho manualmente a un agente le habría llevado 43 años.
En algún lugar de Guinea un brote de ébola se propaga hasta lograr expandirse primero por Liberia y Sierra Leona, para después terminar contagiando a decenas de miles de personas de otros países como Mali, Nigeria o Senegal, y varios sanitarios de España, Reino Unido y EEUU. Además de poner al descubierto las insuficiencias de la OMS a nivel administrativo y técnico (en palabras de su propia directora general, Margaret Chan), la pandemia sirve para que las ONGs y organizaciones de salud estrenen una plataforma tecnológica que les permite visualizar patrones tales como dónde se han infectado las personas, cómo se propaga el virus a través de las fronteras y las distintas tasas de mortalidad. Esta información se convierte en fundamental para distribuir los recursos médicos adecuados de forma más rápida y eficiente.
Si se están preguntando qué relación guardan ambas tragedias, la respuesta es sencilla: Qlik.
Una tecnología basada en la búsqueda asociativa
Qlik es la compañía de origen sueco creadora de QlikView, una tecnología basada en la búsqueda asociativa que permite a sus usuarios explorar cualquier tipo de información libremente, en lugar de verse limitados por consultas predefinidas. Esta herramienta ofrece la posibilidad de realizar análisis intuitivos, sin esperas, y la capacidad de consolidar y cruzar datos.

Para resolver el asesinato ocurrido en Malmö por ejemplo, la policía sueca introdujo en la plataforma la ingente cantidad de informes criminales generados durante más de diez años. Les llevó tan sólo tres horas cargarlos y configurar documentos interactivos hasta poder comenzar a investigar los resultados obtenidos. Gracias al poder de análisis de QlikView para procesar información de diversas fuentes, pudieron cotejarlos con los datos aportados a través del número de teléfono de atención policial por ciudadanos que fueron testigos de los ataques.
La conclusión a la que llegaron las autoridades suecas fue bastante contundente: "Hemos podido acceder a una gran cantidad de información en tiempo récord, además de encontrar coincidencias que de otra forma difícilmente habrían sido detectadas". Y es que sin ella los policías se tendrían que haber leído todos y cada uno de los informes criminales para encontrar una pista que les llevara a un sospechoso. QlikView sin embargo les permitió realizar búsquedas por ciudad, hora del día, informe de comportamientos o cualquier otro detalle sin aparente importancia como puede parecer por ejemplo un coche rojo.
Según ha explicado a Teknautas Jose María Alonso, Director General de Qlik Ibérica, "nuestra solución permitió integrar y analizar 2 millones de informes conformados por dos 2 billones de filas de datos. Estos informes reunían el historial de crímenes de 10 años y les llevó tan sólo tres horas cargarlos. Esta analítica se puede aplicar tanto en otros casos criminales como en áreas tan diversas como la educación o la sanidad ya que permite analizar miles de datos en muy poco tiempo y sacar conclusiones de manera rápida y visual, lo que hace más sencillo no solo el análisis sino también la posterior valoración de los resultados".
En el caso del ébola, hasta ese momento era muy difícil unir todos los cientos de datos que había para comprender la manera en que la enfermedad se propagaba. De ahí que Qlik desarrollase una aplicación para las ONGs y organizaciones de salud que permitió realizar un seguimiento y analizar la progresión del virus.
Objetivo: reducir los crímenes en áreas específicas
Pero son muchos más los que están explotando los beneficios de esta tecnología. Entre los clientes de esta empresa, que cotiza en el Nasdaq y se encuentra en el Fast Tech 25 de Forbes, se encuentran gigantes como Canon, Panasonic, Gatorade, Iberia, Vodafone, FCC, Seur, Freixenet o Qualcomm. Aunque también cuenta con otros clientes mucho más modestos. Madrid Salud y los centros médicos españoles Virgen del Pilar en San Sebastián, Santa María de la Asunción en Tolosa o El Carmen en Orense, ya están apostando por este avance para gestionar su información y obtener, de esta forma, estadísticas e informes detallados.

"Actualmente estamos midiendo desde las respuestas sobre una determinada pregunta en las distintas encuestas que planteamos a nuestros pacientes hasta el índice de rotación de las camas. Lo que hacemos era inasumible en el pasado. Antes nos habría resultado imposible monitorizar 180 indicadores", ha explicado el responsable de Informática del centro médico El Carmen, Marcos Magallanes.
La analítica de Qlik también ayuda a ONGs como Médicos sin Fronteras en Suecia a través de su programa Change Your World, que otorga licencias gratuitas de QlikView. Esto permite que estas organizaciones mejoren la visibilidad de la información necesaria para asegurar la eficacia y eficiencia de sus programas a organizaciones internacionales de asistencia sanitaria, medioambientales y humanitarias.
¿Dónde están los límites de esta tecnología? Desde Qlik no se atreven a fijarlos. De momento la Policía de Malmö ya tiene entre sus planes desarrollar más aplicaciones QlikView para monitorizar los robos de coches y los asaltos. Algo similar a lo que ya hace Memex, un buscador que perfectamente podría ser llamado "el Google para descubrir delincuentes" y que es utilizado para detectar a las mafias que trafican con mujeres.
Memex genera sofisticadas infografías que representan las relaciones entre las distintas páginas web (incluidas las que no son detectadas por Google de la Deep Web), es capaz de buscar no sólo texto sino también imágenes, descifrar números que son parte de una imagen, reconocer lugares donde fueron tomadas las fotos independientemente de sus sujetos y cotejar toda esta información con multitud de bases de datos. Desde su lanzamiento hace un año, ha tenido un gran éxito en investigaciones contra el tráfico sexual. El fiscal de distrito del condado de Nueva York, Cyrus Vance, afirmó que Memex ha generado pistas para 20 investigaciones y se ha usado en ocho juicios.
Uno de los objetivos de ambas tecnologías, como el de otras muchas de software que se dedican a visualizar y organizar la creciente cantidad de información en línea, es reducir los crímenes en áreas específicas. Que lo consigan o no parece que sólo es cuestión de tiempo.


sábado, 21 de marzo de 2015

La no Ciudad. A propósito de Ciudad Juárez. JORDI BORJA.

La No Ciudad.
Publicado en www.ciudad.blog.edu.uoc. Marzo 2015

En un breve e interesante libro reciente Mike  Davis, expone que “los latinos  salvarán a la ciudad gringa” (es el título de la obra). Jane Jacobs, en su clásico sobre La vida y la muerte de las ciudades norteamericanas sentó las bases de la negación o autodestrucción de las ciudades. La ciudad es ante todo espacio público, mezcla de poblaciones y actividades, sentimiento de posesión compartida de la ciudad en sus calles y plazas. La ciudad solamente con edificios, sean  para vivir o para trabajar   y  con medios de transportes e infraestructuras, no es ciudad, es en el mejor de los casos una zona urbanizada. Un cuerpo sin alma, le falta la ciudadanía, es decir la dimensión  pública, la expresión de la vida colectiva. Los ciudadanos se expresan en el espacio público, son  “conciudadanos”, se es ciudadano en su relación los otros, iguales en derechos y deberes. La ciudad late a partir de su corazón , el centro, o sus centros en las grandes urbes. Es allí donde se concentran los flujos de las personas y de las ideas, las memorias colectivas y les puntos que transmiten sentido a la vivencia urbana.  El centro irradia sobre la ciudad, de él emergen los ejes estructurantes que ordenan la ciudad. Los ciudadanos se posesionan de la ciudad ocupando su centro, o sus centros. Entonces cuando todos, o una gran masa que los representa, se hace presente en las plazas y calles del centro principal de la ciudad, cuando manifiestan ser un poder social que planta cara al poder político-institucional y al poder económico, entonces devienen plenamente ciudadanos. Y la ciudad es ciudad de ciudadanos, no una simple escenografía.

Hace menos de un mes que estaba en Ciudad Juárez. En algún momento dije, sin afán de menospreciar ni a la ciudad ni a sus habitantes, que “Ciudad Juárez” se podía calificar de “no ciudad”. Ahora añadiría que esta negatividad tiene remedio pero no parece que las fuerzas locales o nacionales se lo planteen. No pretendo analizar el impacto de la violencia sobre la vida urbana, suficientemente conocida. Además es obvio que la existencia de una muy débil, por no decir casi nula, estructura urbana no solo favorece la violencia, además tampoco facilita la generación de contrapoderes civiles. No es la sociedad la culpable, es la incapacidad de las instituciones políticas y económicas más potentes, mexicanas y estadounidenses, que han utilizado una ciudad-puente para que entren y salgan el ejército de reserva de mano de obra, un borde que se utiliza desde el otro lado de la frontera para lo que no quieren  tenerlo en su casa, un campamento para los rechazados o para los inmigrantes mal pagados en las maquilas y marginados en los bordes del borde.

La ciudad es a penas perceptible. Una imagen impresionista se te aparece como los vestigios de una ciudad casi abandonada que se fue disolviendo a la vez que llegaban nómadas y marginales, más deshecha que hecha. Luego percibes elementos dispersos, como un campamento, en el que emergen proyectos de calle que son carreteras polvorientas rodeadas en algunos tramos con edificios de todos los tipos y edades. El centro real es el puente, la no ciudad es la sirvienta de la otra ciudad, una ciudad provinciana, El  Paso, ruralizada y ocupada en gran parte por “chicanos”, con una zona central, comercial, con edificios nuevos, en bastantes casos por iniciativa de inversores de la fantasmal Ciudad Juárez (CJ).  En ésta se adivina algo que fue centro, comercios venido a menos, algunos edificios administrativos, viviendas agazapadas, residuos de prostíbulos que tuvieron tiempos mejores. La gran mayoría del millón trescientos mil habitantes se desparraman por la no ciudad. Los “barrios cerrados” para las numerosas “clases medias”, en compartimentos-estanco, en muchos casos pegados los unos a los otros, pero sin mirarse.  Barrios-gueto propios de los sectores populares, muchos migrantes de otros estados, más o menos marginales, unos más desconectados que otros de la indefinida trama urbana, a la intemperie, sin otra vida social que compartir la supervivencia diaria, el trabajo precario, el sicariado, las bandas, las trabajadoras de las maquilas, gentes de largas horas de transporte, de viviendas frágiles como sus vidas, hombres y mujeres del borde,  de fallidas esperanzas al no conseguir pasar al otro lado de la frontera.

Y las operaciones aberrantes y surrealistas como las Riberas del Bravo y otros conjuntos de viviendas sociales. Unas 15 000 viviendas de pésima calidad, de 30 a 40m2 para familias con frecuencia numerosas. Más del 40% fueron abandonadas muy pronto. Una operación de vivienda social del Gobierno federal para trabajadores estables y con ahorros . En un páramo a más de 20 km de CJ, lejos de todo. Infonavit, el ente público promotor-financiador de estas operaciones, parece tener una vocación de pirómano, como si deseara convertir a los niños y adolescentes en un “sendero luminoso” de la periferia de la “no ciudad”. O más sencillo: ahí crecen las bandas juveniles violentas, sicarios para los narcotrafiantes o traficantes de órganos, matan a partir de los 15 años y mueren antes de los 25.

Hay otras operaciones también dignas de constar en el Guiness, pero finas, sofisticadas y cultas. Una gran Ciudad Universitaria (CU) en Ciudad Juárez. Una gran oportunidad. Perdida. Una iniciativa conjunta del Estado de Chihuahua que cede los predios a la Universidad de CJ en el año 2004. El apoyo del Gobierno federal y la implicación de las principales universidades del país convirtió una operación local en una iniciativa mucho más ambiciosa. Intervienen la UNAM, el Politécnico Nacional, el Tecnológico de Monterrey, las Universidades del Estado de Chihuahua y de CJ, centros de investigación y de enseñanza media superior, etc. Se supone que en pocos años  se concentrarán en  la CU decenas de miles de estudiantes y algunos miles de profesores, investigadores y administrativos. Un aspecto positivo: los jóvenes de sectores populares que habitan en la zona sur del territorio de CJ tendrán un acceso a estos centros de estudio más asequible que si debieran ir a la zona norte donde hay los campus actuales. Pero no se trata de una cuestión escolar, sino de un interés más general que puede benificiar a todos.  Se  trata de estructurar un territorio sobre la base una ciudad mucho más compacta, con una oferta de equipamientos y servicios potente como corresponde a su población y a su economía y con un sistema de infraestructuras y transportes que permita ejercer el derecho a la movilidad en condiciones dignas.

La oportunidad la tenían delante de los ojos. CJ no tiene un área central, ni buena ni mala, no tiene nada. Hay espacios vacíos, edificios que claman el derribo o la rehabilitación, comercios a la deriva, habitantes que huyen a barrios cerrados, oficinas dispersas. La Ciudad universitaria hubiera creado  ciudad: decenas de miles de universitarios, comercios y restaurantes, librerías y cafeterías, oficinas y despachos de profesionales, espacios de ocio y locales de espectáculos, gente en las calles y ambiente de mayor seguridad. No se trata de hacer una CU como la del DF, tangente a la ciudad. En este caso la CU de Juárez sería la ciudad real, lo que no es la actual CJ. Sobre esta base se generan ejes estructurantes de la ciudad que articulen los múltiples elementos dispersos y creen continuidades de actividad y residencia. Y gradualmente las murallas de los barrios cerrados caerán y los conjuntos sociales se rehabilitarán y se integrarán. Se demolerá Riberas del Bravo, así lo espero, y de paso  se debería juzgar a los responsables de un disparate que debe considerarse criminal.

El caso de CU de Ciudad Juárez y de su ceguera ante la oportunidad perdida me lleva a una reflexión sobre México y sus elites políticas y económicas. La fuerza del narco y de la economia delictiva en general, la proliferación de bandas y contrabandas violentas y armadas y la corrupción pública y privada, formal e informal no son los causantes de la crisis sistémica del país. Son el resultado de un vacío de Estado, de una visión irresponsable de la nación por parte de las dirigencias políticas y económicas, de una gestión catastrófica de las políticas públicas y del afán acumulador a cualquier coste de políticos y empresarios, de multinacionales leoninas y de especuladores de todo. Es en este contexto que puede entenderse la ceguera de los responsables de promover la CU. No hay conciencia ni interés ni  comprensión de la función humanizadora de la ciudad y de la necesidad de estructurar el territorio, condición fundamental para la integración social, la articulación económica y la gobernabilidad democrática. Es de lamentar que el valioso capital intelectual que se concentra en la Universidad de Ciudad Juárez no haya sabido reaccionar a tiempo.


Nota del autor: Agradezco la amistosa colaboración del profesor de la Universidad de CJ, Alfonso Luis Herrera, que me guió hace 6 años a Riberas del Bravo y nuevamente en febrero de este año. Así mismo me ha facilitado información sobre la CU. Pero las reflexiones críticas son exclusivas del autor y me temo que no coinciden del todo con mi estimado colega.

jueves, 12 de marzo de 2015

Ciudades Tematizadas y Gentrificación. UOC

CIUDADES TEMATIZADAS. VALENCIA

More Than Green10 marzo, 2015El fin de semana del pasado 14-15 de febrero tuvimos el placer de participar en las jornadas sobre ciudades temáticas que organizaron en Valencia LaDula y MonoDestudio, en colaboración con URBS. La realización de estas jornadas surgió a partir de este debate en Twitter que lanzaron los compañeros de URBSenacción bajo el hashtag#d_tematización a mediados del pasado mes de octubre, el cual sirvió como primer punto de encuentro y discusión sobre el concepto de tematización de las ciudades en términos de ciudad-marca, masificación turística y gentrificación, con todas sus consecuencias sociales, culturales y económicas.El lugar de reunión para las jornadas se estableció en el barrio de Russafa, un escenario idóneo puesto que actualmente se están desarrollando en él algunos de los procesos evolutivos que posteriormente se trataron en los debates, con la ciudad de Valencia y sus excesos como telón de fondo paradigmático (sin perder de vista otros ejemplos como Barcelona o Bilbao, cada uno en su contexto). Fueron dos días intensos en los que nos reunimos tanto algunos y algunas de los que participamos en el debate de Twitter como otras personas interesadas o vinculadas a los procesos urbanos; vecinos de Russafa, del Cabanyal y de otros barrios, junto a representantes de distintos colectivos.La jornada del sábado comenzó con un paseo de reconocimiento por Russafa y su relación con las políticas urbanas que se han venido aplicando en los últimos lustros en Valencia. Este primer acercamiento al contexto físico valenciano lo completó por la tarde una genial Beatriz Santamarina con una ponencia en la que explicó la apuesta política y urbanística por un modelo de espectacularización de la ciudad y sus consecuencias físicas, sociales, culturales y económicas. A continuación, se sucedieron una serie de exposiciones por parte de representantes de los colectivos Amics del Carme, Vivir sin dormir Russafa, AVV de Nazaret y Associació d’Estudis Fallers (ADEF), explicando sus experiencias. Con todos estos ingredientes, se inició el primer debate. Este sería el listado conceptual de la primera jornada:Apuesta por la espectacularización de Valencia, en lugar de desarrollar políticas urbanísticas inclusivas.Arquitectura estrella como catalizador de estas políticas de espectacularización hacia una ciudad galáctica, de imagen y simulacro.Contenedores vacíos de contenido, como la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el circuito de F1 o la proliferación de nuevos museos a priori innecesarios.Gestión de la marca frente a la gestión de la ciudad.Tres grandes fracturas: social, económica e identitaria.Bipolaridad de la ciudad: la inversión en la marca acentúa la desigualdad. Barracones de uso docente con vistas a la CAC como paradoja representativa.Vacíos en espacios de intercambio como consecuencia física de la fractura social.Gentrificación, se especula con el suelo y con la vivienda, y la hostelería emerge como actividad económica depredadora de otras tipologías comerciales.Desarticulación, ciudad desestructurada y con una falsa movilidad sostenible que fomenta la marginalidad y la exclusión.

jueves, 26 de febrero de 2015

Un Parque en el Infierno

En la colonia más peligrosa de la Ciudad de México se ha abierto por primera vez un parque

El objetivo: mejorar la convivencia. Esta es su historia

JAN MARTÍNEZ AHRENS México 25 FEB 2015 - 19:21

En Desarrollo Urbano Quetzalcóatl hasta el nombre suena áspero. La colonia es una superficie de ladrillo y hojalata que se extiende por el sur más salvaje de la Ciudad de México. En ella viven 66.298 habitantes. Son muy pocos para la inmensidad de la megalópolis, la mayor urbe de América. Pero el barrio, un espejo del México más olvidado, ese que aterroriza hasta al Papa, sobresale por algunos datos. Enclavado en el distrito de Iztapalapa, que registra tantos homicidios como media España, la colonia es la que más presos aporta a las cárceles del Distrito Federal. La escolaridad media es de ocho años y el paro juvenil ronda el 70%. Basta leer las telegráficas conclusiones del diagnóstico oficial sobre la zona para entender el problema. “Falta de equipamiento. Presencia de pandillas. División del territorio en bandas. Alto consumo de drogas. Violencia en el ámbito escolar. Embarazo adolescente. No hay oportunidades de empleo. Infecciones de transmisión sexual. Falta de proyecto de vida”. Todo ello en sólo 467 manzanas.
En este universo desintegrado, donde no hay bibliotecas, ha surgido lo inesperado. Por primera vez, han abierto un parque. Ocupa 12.425 metros cuadrados y se llama Cuauhtémoc. Es un entorno de colores casi pop, donde han rehabilitado un jardín, instalado columpios y toboganes, levantado una plazoleta de juegos infantiles y abierto dos canchas de fútbol siete. Hay vigilancia armada y madres con carritos. En su interior, la agujereada realidad de la colonia se siente lejana.El programa que impulsó el parque parte de la idea de intervenir donde nacen los reclusosSon las seis de la tarde. Un enjambre de niños se divierte empapándose con los chorros intermitentes que escupen cinco caños verticales. Un grupo de adolescentes, sentados en unos bancos rojos, parlotea. A su espalda se divisa una puerta del recinto. Allí cerca mataron a dos policías hace un año. Las casas bajas de esa parte se ven grises y desdentadas; por detrás, asoman unas colinas rojizas. Son las minas de tezontle, la piedra volcánica, áspera y barata, que sirve de suelo al parque
.Fernanda, al igual que sus compañeros, tiene 14 años. Le gusta el pinchadiscos David Guetta y la música electrónica. Al parque va a charlar. Antes, cuenta, era un lugar inhóspito, plagado de teporochos, los deshechos humanos que pululan como espectros por todo el DF. Ahora acude con frecuencia, acabada la clase. Pero no es suficiente, como casi nada lo es aquí. “Pues me gustaría ser abogada, pero en casa sólo hay dinero para comer y nada más; no me pueden pagar los estudios”, dice. Vive cerca. En sus paseos está acostumbrada a ver asaltos, con navajas o pistolas. Una mañana tropezó con una bolsa repleta de restos humanos.Junto a Fernanda se encuentra Alan. Lleva una camiseta de Superman y sueña con irse a EE UU o a Francia. En el dorso de su mano ha escrito “te amo, te amo, te amo…”. Un día le pusieron una pistola en la cabeza, pero no le robaron, porque no tenía nada. Alan se ríe al recordarlo. Sus compañeros también.Los cinco adolescentes sueñan con irse. No son los únicos. El parque, el barrio, está lleno de gente que quiere abandonar esas calles engullidas por el miedo. “Lo importante es que se reúnan y hablen. Ahora disponen de un espacio de convivencia, donde antes no había nada. Y eso genera una red de protección”, cuenta Margarita Gallardo, de la Subsecretaría de Prevención del Gobierno Federal.
El programa que impulsó el parque, de orden nacional, parte de la idea de intervenir donde nacen los reclusos, esos pozos sin fondo donde ni siquiera hay un espacio para jugar. En la delegación de Iztapalapa se han abierto dos recintos. En otros puntos de México, la Subsecretaría lleva adelante proyectos similares. A veces es un coro, otras un taller, un centro cultural o una competición deportiva. “No se trata de ir donde se comete el delito, sino donde vive el delincuente. Allí se registra la mayor vulnerabilidad social”, comenta Eunice Rendón, el cerebro del programa.
Es una nueva forma de enfrentarse al monstruo de la violencia. Años de lucha, más de 30.000 soldados desplegados, cientos de miles de policías movilizados no han logrado apagar el fuego oscuro del crimen. Las tasas de homicidio, en franco descenso en comparación con los años de plomo de Felipe Calderón, siguen disparadas en relación con países con los que México compite. El delito tiene raíces profundas. La miseria y la marginación lo alimentan. Desarrollo Urbano Quetzalcóatl lo refleja. Pero, a veces, hasta los espejos se equivocan.
.En un banco se han sentado Carmen, de 47 años, y su hija. Han traído tres niños pequeños, muy limpios. Les gusta el sitio. Vienen dos veces a la semana y aquí, dicen, respiran con tranquilidad. No quieren hablar de sus maridos. Tienen su casa en el punto negro de la colonia, frente al principal surtidor de droga. “No nos hacen nada porque nos conocen, pero de noche no salimos”, dice Carmen. A diferencia de otros, esta mujer de pelo negro y ojos rojizos no quiere abandonar el barrio: “Mire, yo no tengo nada más y no puedo irme, prefiero luchar, no sólo por un parque, sino por mucho más, sólo así saldremos adelante”.El parque está abierto de martes a domingo, de 6.00 a 23.00. El lunes se cierra por limpieza. A pocos metros hay dos escuelas y un centro de salud. Los delitos, en los alrededores, han descendido. Hay quien considera Desarrollo Urbano Quetzalcóatl la colonia más peligrosa del DF, y a sus habitantes, carne de presidio. Vistos en el parque, no lo parecen.

viernes, 20 de febrero de 2015

SERPICO y el quehacer de la policía

No es fácil dar con un fantasma. Frank Serpico, de 78 años, expolicía, héroe de película, bohemio, seductor, hippy, soplón, poeta, místico, actor y tantas otras cosas, prácticamente lo ha sido durante los últimos 40 años. Desde que en 1972 entregó su placa y, un año después, Sidney Lumet decidió inmortalizarle en Serpico, la aclamada película, Paco, como le conocen sus amigos, apenas se ha dejado ver.EL PAÍS le buscó a finales del año pasado para conocer su opinión sobre las muertes a manos de la policía de los afroamericanos Michael Brown y Eric Garner, sucesos que han abierto una crisis sin precedentes entre la policía de Nueva York y el alcalde Bill de Blasio, agravada por el asesinato de dos agentes en Brooklyn en diciembre.Sin embargo, el rastro de Serpico se perdía por las montañas del norte del Estado de Nueva York, junto al río Hudson, donde vive solo en una cabaña, sin conexión a Internet ni televisión. Como último recurso quedaba dejar un número de teléfono y una dirección de correo entre aquellos que habían estado con él en los últimos años. Y esperar. El fantasma apareció una cerrada y silenciosa noche de frío polar y nevadas en toda Nueva Inglaterra.“Viceeeenteeee”, atronó una voz cascada y surcada de interferencias al otro lado del teléfono en la segunda semana de enero. “Sí, ¿quién es?”, respondió este reportero. “Soy Franceeescooo”, añadió la voz en español. Allí estaba, efectivamente, como es él: cálido, bromista, irónico, capaz de chapurrear hasta cinco idiomas… “Tú no escribes para los gringos, ¿verdad?”, preguntó. “No, trabajo en EL PAÍS”. “Bien”, resolvió. La cita se concertó para unos días después, en una granja del condado de Columbia, a dos horas al norte de Manhattan. “Sin fotógrafos”, advirtió.
La Hawthorne Valley Farm es un complejo agrícola con tienda y cafetería, rodeado de algunas casas y un colegio, al que acuden los lugareños para hacer la compra, recoger a los niños de clase y charlar entre ellos con un sopa humeante en las manos. Paco llega en un 4×4, sucio de nieve y barro, a la hora en punto. Su aspecto es el de una estrella de rock retirada. Gorro de lana, abrigo de lona hasta los pies, botas altas de piel, colmillos de marfil en forma de pendientes en ambas orejas, lente de aumento colgada del cuello, anillo de plata con una calavera en la mano izquierda y un cinturón con motivos indios repleto de turquesas. Tras sus gafas oscuras, unos ojos vivos e inteligentes rastrean lo que sucede a su alrededor.
.En su mejilla no se aprecia la cicatriz del balazo que recibió en la cara durante una operación antidroga en Williamsburg (Brooklyn) en 1971. Es la escena con la que arranca la película.Serpico intenta acceder a una casa de traficantes, pero queda atrapado en la puerta sin poder utilizar su arma. Pide ayuda a gritos a sus compañeros, pero estos ven una ocasión perfecta para librarse de él y le abandonan a su suerte. Un narco dispara a quemarropa contra el rostro del policía. Queda malherido. Un vecino hispano llama a una ambulancia y le salva la vida. Un año después deja el cuerpo.Serpico todavía tiene pesadillas con ese momento. No puede olvidarlo, aunque quiera. La nariz le moquea permanentemente por culpa de los fragmentos de plomo que todavía siguen alojados bajo su cerebro, en el canal nasal.“¿Lo ves? Están todos muertos”, comenta a voces nada más tomar asiento en la cafetería de la granja mientras señala un anuncio a toda página en el periódico local de la serie de televisión The Walking Dead. “Sí, es una serie sobre zombis, muertos vivientes”, responde el periodista. “No me refiero a eso. Digo que están todos muertos, los que ven estas cosas, la gente… Solo quieren distracciones, consumir, ganar dinero. La gente habla de drogas sin saber que está drogada. Drogada por productos como este. Es otro tipo de corrupción. El mundo ha puesto la inteligencia en cosas que no son necesarias”, aclara. El alegato anticonsumista forma parte de la vida en soledad de Serpico. “Evito Nueva York. Aquello no es natural”, explica con un sonrisa burlona mientras devora unas sabrosas judías con vegetales.Serpico compró en 1968 unos 50 acres (20 hectáreas) de terreno perdidos cerca del Hudson y allí construyó su cabaña. “Me propuso comprar la tierra un compañero del cuerpo. En aquella época muchos policías compraban tierras por el Estado. Eran los tiempos de la Gold Coast (Costa del Oro), que era como llamábamos a Harlem por el mucho dinero que los policías conseguían allí de sobornos”. Tras unos años por Europa, huyendo de las represalias de sus compañeros por haber denunciado la corrupción en la policía, Serpico volvió a Estados Unidos y se instaló en el campo en los ochenta.Su días transcurren aislados cerca del poblado de Stuyvesant. Corta su leña, da de comer a las urracas, cría gallinas y cabras, pasea, escribe sus memorias, rescata animales heridos, asiste a las universidades cercanas a dar charlas, recita sus poemas en alguna radio, se aplica medicina china, medita, practica la flauta japonesa y los tambores africanos, y baila tangos con su novia (“amiga”, matiza). A sus 78 años, sigue siendo coqueto y seductor.Serpico se instaló en el campo, al norte de Nueva York, cuando regresó de un exilio autoimpuesto en Europa tras sus revelaciones sobre la corrupción Posee un ordenador portátil, pero no tiene conexión a Internet ni televisión. Dos días a la semana acude al cercano pueblo de Hudson o a la granja Hawthorne, donde repasa su correo, toma café y charla con los vecinos. Todos le conocen, sobre todo los niños, con los que no cesa de bromear. Goza de buena salud, aunque tiene dañados los nervios de la pierna izquierda, lo que le produce un dolor intenso, y apenas oye de un oído.Vive de su pensión y de los derechos que le reportó la biografía que escribió Peter Maas, de la que se vendieron tres millones de ejemplares. Conserva la placa de detective y su revólver. Le indignan las noticias del mundo. Entre las últimas, todo lo sucedido con la policía de Nueva York y las muertes por un excesivo uso de la fuerza. “El problema de la policía es de actitud. Yo soy la ley, dicen. No, yo soy el que defiende la ley. Yo no soy la ley. Representar la ley es un derecho, y hay que ganárselo”, clama. “Si matas y maltratas, cómo quieres que te quieran. Solo saben dar excusas, cobardes excusas. Estaba en riesgo mi vida, tenía miedo, dicen. Y las excusas son como el culo, cada uno tiene uno”, añade.Serpico cree que la corrupción que anidaba en el cuerpo en sus años no es ya el principal problema, sino el uso excesivo de la fuerza. “Los policías de ahora se quejan como niños de que no quieren hacer sus deberes. Tienen miedo. Un policía con miedo es un policía mal preparado. No se puede ejercer este oficio con miedo”, argumenta. “Un policía te puede matar, porque la ley les permite usar la fuerza. Decir que lo hace por miedo es cobardía. Es legítimo querer regresar sano y salvo a casa cada noche, pero no a costa de la vida de un inocente. Eric Garnerera un tipo inocente que vendía cigarrillos en la calle. Los policías de ahora son lobos con piel de cordero”, denuncia.En 1994, el exagente mandó una carta al entonces presidente Bill Clinton en la que le advertía de que los niños tenían miedo de los policías. “Cuando yo era niño, mi madre me decía siempre que, si tenía un problema, llamara a un policía, que él me ayudaría. Yo me hice policía porque, de niño, quería atrapar a los ladrones que, según me contó mi madre, habían matado a mi abuelo para robarle. Ahora es distinto”, recuerda. En aquella carta, Serpico pedía a Clinton la creación de una comisión que analizara cómo se había corrompido la relación entre la policía y los ciudadanos. Solo recibió una respuesta de agradecimiento.La gente habla de drogas sin saber que está drogada. Solo quieren distracciones”En su opinión, los sindicatos policiales de Nueva York tienen demasiada fuerza. “Lo que hicieron con el alcalde, volverle la espalda durante los funerales, fue inaceptable. ¿Pero quién manda en la policía, el jefe del departamento o el sindicato? Tenían que haberles sancionado”. Sobre el alcalde, destaca su complicada situación: “Está en medio de los afroamericanos y de la policía. Es complicado. Su mujer es negra, sus hijos también…”.La relación de Serpico con la policía de Nueva York sigue siendo tormentosa. No en vano, suyos fueron los testimonios que llevaron al cuerpo a la peor crisis de su historia. Hijo de inmigrantes italianos de Brooklyn, el niño Francesco veneraba a los agentes de su barrio. En 1959 logró su placa. Ocho años después, ya como detective, denunció la corrupción de sus compañeros ante sus superiores. Dio información detallada, pero no se hizo nada. Impotente, él y su compañero David Durk acudieron a The New York Times.En 1970, presionado por la opinión pública, el alcalde John Lindsay abrió la comisión ­Knapp, ante la que testificó el policía. Los resultados mostraron un cuerpo corroído por los sobornos y la ley del silencio. El realizador Sidney Lumet hizo una películasobre estos hechos en 1973. El protagonista fue Al Pacino, que bordó uno de sus mejores papeles. Según el American Film Institute, Serpico es el número 40 de la lista de héroes de cine más queridos, por debajo del perro Lassie (el número uno es Atticus Finch, el protagonista de Matar a un ruiseñor, el filme basado en la novela de Harper Lee).Serpico no disfrutó del filme que llevaba su nombre. Dejó EE UU y se instaló en Europa. Compró una granja en Holanda, se casó con una holandesa y recorrió el continente. Cuando su mujer murió, vendió la granja y regresó a Estados Unidos. Era la década de los ochenta. Durante un tiempo recorrió en caravana el país y Canadá. Finalmente, se instaló al norte de Nueva York, lejos pero cerca de la ciudad que casi acaba con su vida. Las cosas, asegura, han cambiado, pero no mucho. “No me sorprendió que el policía que mató a Eric Garner no fuera procesado por un gran jurado. ¿Cuándo ha sido la última vez que un agente ha sido procesado? Los fiscales no procesan a los policías y saben cómo controlar al gran jurado. Tienen relación con los policías, se sirven de ellos para enviar gente a la cárcel, son sus amigos”, enfatiza.
SerpicolPara Serpico, hay un problema de falta de respeto hacia la ciudadanía en general y hacia las minorías en particular. “Se creen mejores que ellos. Es un problema de toda la sociedad, no solo de la policía. No hay respeto por la gente, solo se piensa en ganar dinero, en ganar poder… El ciudadano no importa. Ser policía es un honor, pero no un lugar en el que hacerse rico”. Mientras Paco habla, la gente acude a saludarle. A cambio de ser querido, reparte la bonhomía que tan bien retrató Al Pacino en la pantalla. Las anécdotas brotan de su boca: “¿Sabes lo que es la escuela de las siete campanillas? La escuela colombiana de carteristas. Practican con un maniquí con traje y siete campanillas. Si suena una sola campanilla mientras intentan robar la cartera, no valen para el oficio”.Serpico se refiere a los delincuentes hispanos que llegaban a Nueva York en su época de agente. “Cogían la tarjeta plastificada con las instrucciones de seguridad del avión para abrir las habitaciones de los hoteles. La insertaban en la puerta y limpiaban la habitación. Los deteníamos en los pasillos. A mí me usaban de intérprete. En un interrogatorio, el teniente me pidió que preguntara a uno qué hacía en el pasillo con aquel folio plastificado. El tipo respondió, socarrón, que esperaba la guagua. La verdad es que algunos tenían gracia”, recuerda entre risas.Es media tarde y los carámbanos de hielo que cuelgan de las vigas exteriores de madera del café gotean pertinazmente. Es el momento de volver a Nueva York, la hora de que el fantasma vuelva a su guarida. Antes de la despedida, Serpico se levanta, acude a su coche en el aparcamiento y vuelve con unos papeles en una carpeta. El primero de ellos huele a viejo.Se trata del Código Ético de los Agentes de la Ley que estudió en la academia de policía a finales de los años cincuenta. Entre otras cosas, dice: “Como representante de la ley, mi deber fundamental es servir a la humanidad, salvaguardar vidas y propiedades, proteger a los inocentes del engaño, a los débiles de la opresión o la intimidación, la paz de la violencia o el desorden, y respetar los derechos constitucionales de todos los hombres con libertad, igualdad y justicia. (…) Mantendré la calma y el coraje ante el peligro. (…) Nunca emplearé una fuerza o violencia innecesarias”.Tras mostrar la página como un tesoro, Serpico la vuelve a guardar con cuidado, sin dejar que nadie la toque, no sin antes hacer notar a su interlocutor que el texto se ha desdibujado con el paso del tiempo, que muchas palabras están a punto de desaparecer, razón por la que las ha subrayado a lápiz, como si quisiera salvaguardar su validez, su enorme significado, el sentido de vestir el uniforme de policía a riesgo de la propia vida.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Tecnologías para la investigación criminal

El Confidencial. ALBERTO G. LUNA18.02.2015 – 05:00 En Malmö (Suecia), una multitud de personas son disparadas mientras esperan en una parada de autobús, en el interior de sus coches o accediendo a ellos. Una de ellas muere y varias más resultan gravemente heridas. Tras un largo tiempo de infructuosas investigaciones, la Policía decide apostar por una tecnología de búsqueda hasta ese momento desconocida que le permite analizar los datos e informes existentes sobre el caso y realizar, de esta forma y en tan sólo unos minutos, todo el trabajo que de haberse hecho manualmente a un agente le habría llevado 43 años.En algún lugar de Guinea un brote de ébola se propaga hasta lograr expandirse primero por Liberia y Sierra Leona, para después terminar contagiando a decenas de miles de personas de otros países como Mali, Nigeria o Senegal, y varios sanitarios de España, Reino Unido y EEUU. Además de poner al descubierto las insuficiencias de la OMS a nivel administrativo y técnico (en palabras de su propia directora general, Margaret Chan), la pandemia sirve para que las ONGs y organizaciones de salud estrenen una plataforma tecnológica que les permite visualizar patrones tales como dónde se han infectado las personas, cómo se propaga el virus a través de las fronteras y las distintas tasas de mortalidad. Esta información se convierte en fundamental para distribuir los recursos médicos adecuados de forma más rápida y eficiente.Si se están preguntando qué relación guardan ambas tragedias, la respuesta es sencilla: Qlik.Una tecnología basada en la búsqueda asociativaQlik es la compañía de origen sueco creadora de QlikView, una tecnología basada en la búsqueda asociativa que permite a sus usuarios explorar cualquier tipo de información libremente, en lugar de verse limitados por consultas predefinidas. Esta herramienta ofrece la posibilidad de realizar análisis intuitivos, sin esperas, y la capacidad de consolidar y cruzar datos.Para resolver el asesinato ocurrido en Malmö por ejemplo, la policía sueca introdujo en la plataforma la ingente cantidad de informes criminales generados durante más de diez años. Les llevó tan sólo tres horas cargarlos y configurar documentos interactivos hasta poder comenzar a investigar los resultados obtenidos. Gracias al poder de análisis de QlikView para procesar información de diversas fuentes, pudieron cotejarlos con los datos aportados a través del número de teléfono de atención policial por ciudadanos que fueron testigos de los ataques.La conclusión a la que llegaron las autoridades suecas fue bastante contundente: "Hemos podido acceder a una gran cantidad de información en tiempo récord, además de encontrar coincidencias que de otra forma difícilmente habrían sido detectadas". Y es que sin ella los policías se tendrían que haber leído todos y cada uno de los informes criminales para encontrar una pista que les llevara a un sospechoso. QlikView sin embargo les permitió realizar búsquedas por ciudad, hora del día, informe de comportamientos o cualquier otro detalle sin aparente importancia como puede parecer por ejemplo un coche rojo.Según ha explicado a Teknautas Jose María Alonso, Director General de Qlik Ibérica, "nuestra solución permitió integrar y analizar 2 millones de informes conformados por dos 2 billones de filas de datos. Estos informes reunían el historial de crímenes de 10 años y les llevó tan sólo tres horas cargarlos. Esta analítica se puede aplicar tanto en otros casos criminales como en áreas tan diversas como la educación o la sanidad ya que permite analizar miles de datos en muy poco tiempo y sacar conclusiones de manera rápida y visual, lo que hace más sencillo no solo el análisis sino también la posterior valoración de los resultados".En el caso del ébola, hasta ese momento era muy difícil unir todos los cientos de datos que había para comprender la manera en que la enfermedad se propagaba. De ahí que Qlik desarrollase una aplicación para las ONGs y organizaciones de salud que permitió realizar un seguimiento y analizar la progresión del virus.Objetivo: reducir los crímenes en áreas específicasPero son muchos más los que están explotando los beneficios de esta tecnología. Entre los clientes de esta empresa, que cotiza en el Nasdaq y se encuentra en el Fast Tech 25 de Forbes, se encuentran gigantes como Canon, Panasonic, Gatorade, Iberia, Vodafone, FCC, Seur, Freixenet o Qualcomm. Aunque también cuenta con otros clientes mucho más modestos. Madrid Salud y los centros médicos españoles Virgen del Pilar en San Sebastián,Santa María de la Asunción en Tolosa o El Carmen en Orense, ya están apostando por este avance para gestionar su información y obtener, de esta forma, estadísticas e informes detallados."Actualmente estamos midiendo desde las respuestas sobre una determinada pregunta en las distintas encuestas que planteamos a nuestros pacientes hasta el índice de rotación de las camas. Lo que hacemos era inasumible en el pasado. Antes nos habría resultado imposible monitorizar 180 indicadores", ha explicado el responsable de Informática del centro médico El Carmen, Marcos Magallanes.La analítica de Qlik también ayuda a ONGs como Médicos sin Fronteras en Suecia a través de su programa Change Your World, que otorga licencias gratuitas de QlikView. Esto permite que estas organizaciones mejoren la visibilidad de la información necesaria para asegurar la eficacia y eficiencia de sus programas a organizaciones internacionales de asistencia sanitaria, medioambientales y humanitarias.¿Dónde están los límites de esta tecnología? Desde Qlik no se atreven a fijarlos. De momento la Policía de Malmö ya tiene entre sus planes desarrollar más aplicaciones QlikView para monitorizar los robos de coches y los asaltos. Algo similar a lo que ya hace Memex, un buscador que perfectamente podría ser llamado "el Google para descubrir delincuentes" y que es utilizado para detectar a las mafias que trafican con mujeres.Memex genera sofisticadas infografías que representan las relaciones entre las distintas páginas web (incluidas las que no son detectadas por Google de laDeep Web), es capaz de buscar no sólo texto sino también imágenes, descifrar números que son parte de una imagen, reconocer lugares donde fueron tomadas las fotos independientemente de sus sujetos y cotejar toda esta información con multitud de bases de datos. Desde su lanzamiento hace un año, ha tenido un gran éxito en investigaciones contra el tráfico sexual. El fiscal de distrito del condado de Nueva York, Cyrus Vance, afirmó que Memex ha generado pistas para 20 investigaciones y se ha usado en ocho juicios.Uno de los objetivos de ambas tecnologías, como el de otras muchas desoftware que se dedican a visualizar y organizar la creciente cantidad de información en línea, es reducir los crímenes en áreas específicas. Que lo consigan o no parece que sólo es cuestión de tiempo.