ALEJANDRO REBOSSIO. EL PAÍS, 11/02/2015. La lucha por la tierra se libra en las ciudades latinoamericanas
En el suelo que hasta ahora solo interesaba a los pobres hay hoy especulación que expulsa de sus casas a quienes allí viven.
Parecía Gaza… y me puse a llorar. No entiendo nada. A esa gente, a esas mamás con chicos, los acaricio con mis lágrimas”, escribía el pasado agosto el papa Francisco a un amigo concejal de Buenos Aires después de que tres fuerzas policiales desalojaran con topadoras a unas 500 familias que se habían instalado en un terreno baldío bautizado por sus ocupantes con el nombre del pontífice argentino. “Parece que la crueldad se nos instaló en el corazón. Una crueldad vestida con tantos ropajes: qué me importa, que vayan a trabajar, es gente insociable… palabras que no justifican, sino que manifiestan tanta crueldad”, agregaba Francisco después de la represión conjunta de los uniformados que responden tanto al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner como al alcalde porteño, Mauricio Macri, candidato presidencial conservador para las elecciones del próximo octubre.
Buenos Aires camina a paso lento hacia la urbanización de sus chabolasLa otra cara del mundialEl cine entre chabolas de la hija KirchnerLas favelas de Río se unen pacíficamente a la protesta"EN Madrid hay favelas aunque no las llamen así"Aquel desalojo no es el único que pone de manifiesto que la lucha por la tierra en Latinoamérica no se circunscribe a la de los campesinos e indígenas contra medianos o grandes terratenientes o multinacionales de las materias primas. También ocurre en las urbes. América Latina no es solo el rincón más desigual del mundo, con un tercio de la población en la pobreza, sino que además es la segunda región más urbanizada del planeta, con casi un 80% de sus habitantes residiendo en ciudades. Aunque las cifras han mejorado en este siglo, aún un tercio de los latinoamericanos mora en viviendas precarias, y una minoría en la calle. Un cuarto reside en favelas,villas de emergencia, asentamientos irregulares o como se llame en cada país a los barrios de chabolas.“Para los campesinos, es la lucha por la tierra. Para nosotros, es por el suelo urbano con servicios, con espacio urbano”, explica el arquitecto Raúl Fernández Wagner, profesor de la Universidad de General Sarmiento, en la periferia pobre de Buenos Aires. Fernández Wagner integra, además, el colectivo de organizaciones sociales y docentes universitarios Habitar Argentina que en 2013 logró una ley para regular, en la provincia de Buenos Aires, el uso de la tierra de barrios cerrados, esas urbanizaciones para las clases altas y medias altas que se han expandido desde los 90 por toda Latinoamérica, incluso en ciudades medianas, y que han encarecido tierras periféricas a las que antes accedían los pobres. La gente necesita dónde vivir y si no tiene acceso a casas, se va a asentamientos informales, donde no tiene servicios de electricidad, agua potable, cloacas, y entonces trata de sobrevivir conectándose como puede”, expone la relatora especial de ONU Hábitat Leilani Farha. “No es sorprendente que haya conflictos en este contexto. En la ciudad, los pobres no pueden comprar nada porque no hay nada disponible para sus ingresos, por la especulación inmobiliaria, por la falta de políticas de tierra y porque los gobiernos, a veces, venden las mejores tierras para desarrollos inmobiliarios. La gente no puede sobrevivir sin casa, es un derecho humano y hay que enfocar el asunto desde esa perspectiva, dar la seguridad a la tenencia. Los pobres van a las peores tierras, que son fiscales o de algún dueño, y pelean por la regularización del dominio. A veces, terminan desalojados por policías, militares o agentes privados y entonces se van a otros asentamientos informales”, describe Farha desde su oficina en Ottawa.En los últimos meses, pobladores pobres de algunos municipios del Gran Buenos Aires (periferia), como los de La Matanza, Esteban Echeverría, Moreno y Florencio Varela, se han organizado para montar piquetes en calles o carreteras para reclamar por tierras o por la regularización de su dominio, según cuenta la presidenta de la organización social Madre Tierra, Ana Pastor. El mismo día de la entrevista, ella daba cuenta de un desalojo en La Matanza. “Los hay que no son necesariamente violentos”, aclara.Un tercio de los latinoamericanos reside en viviendas precariasTambién hay tomas de tierras en Buenos Aires, como las de la villa Papa Francisco, y en los suburbios, aunque ya no son organizadas por movimientos populares como en los 80, sino que en las últimas tres décadas opera un mercado informal de tierras donde algunos listos venden o alquilan terrenos fiscales o abandonados por sus dueños, según la líder de Madre Tierra. “El Gran Buenos Aires, Moreno y Merlo son los municipios que tienen más tierras y, por tanto, más posibilidad de tomas. En Merlo solo se toma lo que el municipio autoriza, y en Moreno hay tomas organizadas por gente de la droga,policías, políticos locales, y después media el municipio. Es decir, hay piratas que no son grandes poderosos, pero son usados por otros sectores de poder, muchas veces armados”, describe Pastor.“Lo de Buenos Aires se repite en muchas partes de Latinoamérica”, comenta la presidenta de Habitat International Coalition (HIC), Lorena Zárate, desde la ciudad de México. “Hay ocupaciones de tierras en la periferia o en edificios, por ejemplo, en São Paulo. Organizadas, no por familias sino por movimientos de lucha por acceso a la vivienda. Pero también hay un mercado informal en el que la gente termina pagando dos o tres veces por la tierra, con procesos de extorsión, muchas veces contra gente migrante sin apoyo en la ciudad. Ya no hay tomas masivas como en 60 y 70, en parte porque ya no hay tanta migración del campo a la ciudad sino dentro de la ciudad o entre ciudades”, cuenta Zárate.¿Cómo responden los gobiernos ante tanta necesidad? Los expertos consideran que el déficit no se resuelve si se lo deja en manos de un mercado urbano en el que la tierra es escasísima, la especulación abunda, el crédito falta entre los más pobres y se necesitan cada vez más salarios para comprar una vivienda. Farha, de ONU Hábitat, ensaya una respuesta: “México intentó fomentar el acceso a la vivienda con crédito, pero para ello entregó tierras muy lejanas de los centros urbanos y de los trabajos, con mal transporte, sin buenos servicios. Ahora el Gobierno (de Enrique Peña Nieto) cambió el enfoque y quiere detener la extensión urbana. Hubo muchos programas en Brasil y Colombia para mejorar la calidad de los barrios, y tuvieron buenos resultados. Ecuador y Venezuela también tienen planes de vivienda. Cada país ha probado programas, muchos sin éxito”.“La gente necesita dónde vivir y si no tiene acceso a casas, se va a asentamientos informalesLeilani Farha, relatora especial de ONU HábitatZárate reconoce que en Brasil, Argentina, Chile o México se construyeron millones de viviendas, “pero con problemas de localización porque exigen de la persona mucho gasto de transporte para ir a trabajar, porque faltan centros de salud, recreativos, culturales, o hay escuelas con malos maestros, o porque las casas son de mala calidad o se hicieron en basureros o sobre acuíferos”. La líder de HIC destaca que en Uruguay siguen existiendo, como en los 70, los bancos de tierras e inmuebles ociosos y que laFederación Uruguaya de Cooperativas por Ayuda Mutua haya replicado su tarea por el acceso a la propiedad colectiva. El modelo de esta federación se procura replicar en Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala, Paraguay o Bolivia. Zárate elogia la planificación urbana en Brasil que lleva que muchas ciudades dispongan de tierra para viviendas sociales y equipamiento comunitario. Destaca que Colombia también cuente con una legislación en ese sentido, aunque advierte que falta más implementación, a la vez que pone sus esperanzas en la nueva ley de hábitat de la provincia de Buenos Aires.
miércoles, 11 de febrero de 2015
Criminalidad y precios del suelo.
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jueves, 22 de enero de 2015
Precios del suelo y configuración de rentas urbanas.Rev. Café de las Ciudades 146/147
http://cafedelasciudades.com.ar/economia_146.html
Edgardo Contreras Nossa publica en la revista digital CAFÉ DE LAS CIUDADES n* 146/147 un artículo titulado La formación de precios de suelo y la configuración de las rentas urbanas. urbana.
www.cafedelasciudades.com.ar/economia_146
Edgardo Contreras Nossa publica en la revista digital CAFÉ DE LAS CIUDADES n* 146/147 un artículo titulado La formación de precios de suelo y la configuración de las rentas urbanas. urbana.
www.cafedelasciudades.com.ar/economia_146
martes, 20 de enero de 2015
lunes, 15 de diciembre de 2014
Mapa de les llars dels delinqüents juvenils de Washington, fet el 1935
http://t.co/pdUDMYEvpa http://t.co/tfumENrCBh
http://t.co/pdUDMYEvpa http://t.co/tfumENrCBh
Espacio público y cambio político
Espacio público y cambio político http://t.co/ZwxJfuSCVj por Jordi Borja (2013)
LA CIUDAD SEGREGADA
LA CIUDAD SEGREGADA.
Las
relaciones de todos los actores que componen la sociedad tienen una plasmación
espacial que para los profanos en al materia escapan a su mirada. Sin embargo,
esas relaciones fruto de la interacción social
son evidentes para la mirada de un geógrafo, de un criminólogo, de un
sociólogo por citar algunas. La ciudad como constructo temporal evidencia la
transformación de esas relaciones entre los individuos y más allá de estos con
el espacio en que viven.
Entender en esa perspectiva que la criminalidad es a la vez consecuencia y causante de
estructuras sociales, económicas, psicológicas que se plasman en la
construcción y vivencia del espacio geográfico urbano es una de las tareas de
la geografía del crimen o de las geografías securitarias como las denomina
HERNANDO SANZ, pero lo es también la propuesta de medidas para cambiar
los escenarios, las dinámicas de la
sociedad de tal modo que se pongan en concierto todos los actores implicados en
la garantía de la seguridad ciudadana como uno de los pilares de las sociedades modernas puesto que en última instancia se
trata de garantizar al ciudadano la seguridad y más allá, la libertad.
Pues
bien, como la sociedad evoluciona también lo hace el fenómeno urbano. Y es el
análisis de esa evolución y de sus consecuencias lo que sirve de base para
afrontar la problemática criminal y establecer estrategias que superen sus
aspectos negativos. Podríamos fijar nuestra atención en muchos aspectos del fenómeno
urbano, sin embargo, me voy a centrar solo en aquéllos que afectan a cuestiones
como la segregación urbana, la parcelación de los espacios, las zonificaciones
de los usos del suelo, la dicotomía entre lo público y lo privado y, más allá,
en la falta de cohesión social y el aumento del individualismo. Así se puede
también entender si las respuestas de las diferentes administraciones al
fenómeno criminal es, más que positivo, coherente y en esa medida, acertada.
EL INDIVIDUO Y LA COMUNIDAD.
Las
personas y los grupos en que se integran interactúan entre sí y con el espacio
que les rodea estableciendo relaciones, vivencias que pautan sus
comportamientos. Un barrio de una ciudad cualquiera es un trasunto identitario
de los habitantes que lo integran y les dota de una cierta identidad colectiva
que a menudo les diferencia de otros barrios de esa misma ciudad. El modo en
que se relacionan y el grado de cohesión vecinal, la vivencia de sus espacios
públicos o privados y de las problemáticas que le son propias condicionan su
percepción de la realidad que les rodea y marcan por ello su vivencia diaria,
la imagen que se construyen del espacio en que desarrollan sus vidas.
En gran medida los diferentes indicadores
sociodemográficos explican y/o condicionan (los usos, los equipamientos, la
falta de cohesión social) el fenómeno de la criminalidad o de la violencia en
determinados lugares o entornos, el
potencial comportamiento incívico. Y aquí entra el problema de las escalas en
el análisis de la realidad. AVENDAÑO FLORES que menciona tres escalas referidas a aspectos
vivenciales de los individuos: la escala inmediata, la vecinal y la local.
BAILLY y BEGUIN los llaman “caparazones
entre el yo y el mundo”.
La escala inmediata,
la del individuo y su familia que se confina en su casa, en su domicilio como
espacio seguro, de ahí que se hable de auténticas cárceles preventivas en que
la vida urbana se ha volcado al interior y que lleva a una atomización de la
vida social y por contrapartida una disminución de la interacción social y en
definitiva la difuminación de la cohesión social. Sus signos externos son las
rejas, las murallas, las alarmas, los perros, las alambradas, los guardas de
seguridad de los inmuebles, etc…, incluso se puede hablar de fachadas con un
denominador común: el encierro. Lo cierto es que esa es una realidad que llega
a ser visible en áreas urbanas y periurbanas, incluso rurales.
La escala vecinal
la sitúan en el ámbito de la cohesión social ya que en la medida en que la
vivencia vecinal o comunal, como la llaman los autores latinoamericanos, se
deteriora causal y consecuentemente disminuyen los lazos que vinculan a los
individuos entre sí como comunidad y
hacen que, en definitiva, los problemas relacionados con la criminalidad no
sean enfrentados desde ésta como sería lo deseable ya que las estrategias de
promoción y de resolución de conflictos que no se asienten en un entendimiento
de que la seguridad, la paz social en definitiva, no puede continuar siendo
como hasta ahora una estrategia superpuesta a la sociedad sino que esté
permeada por ella para que de una parte los individuos y los grupos en que se
integran y de otra la actuación de las diferentes administraciones implicadas a
diferentes niveles, sea posible que las estrategias que se adopten resulten
útiles a la sociedad. Por ello, se impone superar el modelo reactivo policial
tradicional por otro preventivo en que desde una perspectiva complementaria,
transversal e interdisciplinar todos los actores implicados sean protagonistas.
En este sentido, la potenciación de los espacios de
reunión vecinal o de la seguridad en su zona de tránsito suponen pequeños hitos
en la consecución de esos objetivos securitarios y es precisamente en esa
perspectiva que se incardinan teorías como las del CPTED, que ya traté en otros
post.
En la escala local se
sitúan los problemas que afectan a todo el espacio urbano. Se establece o se
constata una zonificación de la ciudad que en la mayoría de los casos es
invisible como describía al comienzo del artículo. Las distintas circunstancias
socioeconómicas de los habitantes de ciertas zonas o barrios de nuestras
ciudades determinan que otros ciudadanos perciban esas zonas como áreas
peligrosas, áreas de exclusión social y por ende áreas en que los fenómenos de
marginalidad y delincuencia son más comunes de tal forma que a menudo ciertas
calles constituyen verdaderas fronteras invisibles que en el imaginario
colectivo de una ciudad sus vecinos reconocen y que por ello marcan pautas de
comportamiento diario que derivan en agravamiento de problemas de exclusión
social o marginalidad, convirtiéndose como venimos observando en causa y en
consecuencia de los procesos excluyentes de los individuos, de sus grupos y de
los espacios que habita y transita.
En
muchos casos la administración pública realiza una política de inversión y
mantenimiento de espacios públicos y de dotación de equipamiento urbano que
obvia estas realidades descritas y que de no revertirse desembocan en un
proceso de degradación urbana y por ende social que hacen que la percepción de
sus habitantes y de los ciudadanos de otros barrios en general sea de un
espacio degradado social y físicamente.
De ese modo la ciudad se convierte en una suerte de
islas más o menos conectadas pero con “fronteras” invisibles en que los usos de
los diferentes espacios, las dotaciones de infraestructuras, la titularidad de
los espacios y aún la privatización de los públicos hacen que la vivencia de
los espacios urbanos derive hacia una suerte de privatización como es el caso
de los parques públicos vallados y/o vigilados o de los centros comerciales
donde desarrollamos parte de nuestra convivencia social como meros
consumidores: de ocio, de artículos, etc…
“La relación de la
delincuencia
con las grandes
concentraciones urbanas
es muy superior a la que se pudiera relacionar
a la emigración”.(3)
VALERO ESCANDEL,
J.R., La Ciudad y el miedo. VII Coloquio de Geografía Urbana. 2004. Universidad
de Girona.
Los
barrios residenciales cerrados sobre sí mismos constituyen a menudo un fuerte
contraste con aquellos espacios, con aquellos barrios en que crece la
inseguridad, la exclusión y el deterioro. Así, la ciudad se convierte en una
suerte de espacios a los que no podemos acceder libremente o al menos aún
siendo espacios abiertos el nivel adquisitivo e los individuos no les permite acceder
a determinados lugares. Espacios teselados en que las diferencias se basan en
las disparidades de dotación de
servicios públicos, espacios más o menos accesibles, más o menos peligrosos.
Ello muchas veces determina que determinados ciudadanos con rentas bajas solo
puedan acceder a viviendas de un determinado valor, lo que acaba constituyendo
guettos en que los procesos de degradación se retroalimentan. Según la Comisión
Técnica de Seguridad Urbana de Barcelona “el nivel de seguridad que los vecinos
de la ciudad atribuyen a su barrio de residencia remite a algo más que al miedo
al delito, es un barómetro de calidad de vida del territorio y de la cohesión
social de la ciudad”.
Es
más, se habla de la distribución diferencial por barrios del riesgo real y del
riesgo percibido. En general, todos los estudios hablan de un incremento de la
percepción subjetiva de inseguridad y en ello tienen que ver tanto las
estadísticas reales de delitos como el aumento de la población inmigrante, la
desconexión creciente entre los centros de trabajo, residencia y ocio que hacen
se resienta la cohesión social y se deterioren las relaciones comunitarias.
Revista METRÓPOLIS. Invierno 2010. Nº.: 77.
Barcelona. Número dedicado a la Ciudad del Miedo.
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